Anda bromeando Dave Grohl estos días con la idea de que nunca había disfrutado de una relación tan próspera ni prolongada como la de Foo Fighters, la banda que fundó en 1995 como válvula de escape un año después de que Kurt Cobain dejara caer el telón de Nirvana y de su propia vida de la manera más terrible. Lo admirable es que, superado el listón del cuarto de siglo, el sexteto de Seattle aún conserve lozanía y cintura como para sacarse conejos de la chistera. Y este Medicine at midnight lo es, al menos desde la perspectiva de una banda rocosa y con solera. Nunca un álbum de los Foos había sido tan liviano y divertido, tan fugaz pero indisimuladamente festivo y bailable. Nunca estos apóstoles del rock de estadio se habían relajado tanto como para conformarse con hacernos felices. Como si fuera poca cosa.
Medicine… exprime sus cualidades curativas y catárticas (sin efectos secundarios) desde la perspectiva de su misma fugacidad: nueve temas, 36 minutos, muchos momentazos, guiños al hedonismo, el espíritu del David Bowie de Let’s dance como espejo en el que mirarse. Y dos de las canciones más escandalosamente bonitas que Grohl haya llegado a enhebrar: Waiting on a war, un medio tiempo con cataclismo final, y la deliciosa Chasing birds, que le habría encantado escribir a John Lennon en cualquiera de aquellas tardes de los setenta en que la inspiración se le había dado a la fuga.
Ni siquiera lo más característico del sonido FF, esas guitarras secas y marrulleras de No son of mine, reaparecen aquí como más podríamos esperar: los rutilantes coros femeninos apuntan más hacia el pop progresivo de Pink Floyd que en la tradición del colmillo afilado del post-grunge. Medicine… nace como humilde aportación curativa en estos tiempos pavorosos, como un divertimento cómplice entre gente que lleva muchos años tratándose y queriéndose. Por eso no hay que tomárselo muy en serio pero sí disfrutarlo muy a fondo. Y esperar a algún sábado por la noche en compañía de Dave y sus colegas, quizá un último bailoteo antes de los bises al ritmo de Love dies young. Esa casi disparatada última pieza aúna a Boston y The Killers, paradigmas del placer culpable. Es hora, por supuesto, de despenalizarlo. Y brincar y rugir antes de que sea demasiado tarde.
Me lo he escuchado este “finde”. Lo habrá hecho como un divertimento, pero para mi ha sido como un aburrimiento. Canciones como estas las hay a montones, parece que ya las he escuchado. Pero malo no es, que conste. Suerte que luego ha venido al rescate Thurston Moore “By The Fire” , que tenia pendiente, y me ha alegrado el día.
(He logrado terminar un comentario sin contarte ninguna “batallita”) .
No ha estado nada mal tu fin de semana, entre Grohl y Moore, que conste… 🙂