Ah, la evanescencia. Imposible no pensar en la fugacidad del tiempo, ese asesino que corre que se las pela, cuando reparamos en que nos enfrentamos ya al cuarto trabajo de Fuel Fandango. Y que los tenemos por una banda joven, pero eso no quita para constatar que Ale Acosta y Nita Manjón celebran ahora el décimo aniversario de su alianza, un cronograma al que debemos sumarle el periplo anterior del productor junto a los prometedores (pero nunca consagrados) Mojo Project. Puede que Origen suponga el esfuerzo más concienzudo del tándem por rubricar un álbum de verdadero peso específico, una obra de trascendencia temporal y geográfica en la que ya no solo se trate de perpetuar la bisectriz entre flamenco y música electrónica. Esa fórmula ya quedó apuntalada en Aurora, así que ahora la principal novedad radica en la africanización de algunas recetas, muy evidente en el caso de la pieza inaugural, Mi danza. El grupo conoció hace casi un par de años al rey de la kora, Toumani Diabaté, al que visitó en su casa maliense con motivo del festival Hola, Bamako, y una experiencia así conduce inevitablemente a la dulce contaminación acústica. Desvelaba el otro día el periodista Ángel Carmona (Hoy empieza todo, Radio 3) que Acosta empezó a nutrirse de listas de escucha de Spotify que compartía y enriquecía con ejemplos y más ejemplos de polirritmias africanas. Ese influjo se filtra ya aquí y acullá, indudablemente, aunque nos queda la corazonada de que falta todavía un disco para que aflore de manera más palmaria. Origen tiene por ello un punto de encrucijada, un disco de transición, una evolución a medio germinar. Y no hay nada de malo en las transiciones artísticas, por mucho que en su momento se le atribuyera una cierta carga peyorativa a esa circunstancia. El canario y la cordobesa diversifican el espectro, llaman a Vicente Amigo cuando el cuerpo se les agitana (Estamos solos), agudizan el pálpito de las máquinas si quieren bailar (Huracán de flores) o asumen el trance electrónico en la absorbente Por la vereda, una buena elección como sencillo. El disco tiende a los altibajos, más allá de sus poliedros, pero deja un magnífico sabor de boca en su bocado final. Porque La grieta, con su hondura, dolor y sutileza, y sobre todo con la fuerza de esas cuerdas postreras, refrenda que al dúo no le faltan los argumentos poderosos.

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