Solo he visto una vez en directo a Gigliola Cinquetti. Fue hace no tanto, en marzo de 2017, y me llevé una sorpresa muy agradable. Imaginaba a la consabida “vieja gloria”, los restos nostálgicos y maltrechos de aquella niña prodigio que no había tenido edad para amarte. Y no. Cinquetti, a los casi 70, conservaba una voz magnífica, una estampa espléndida, eso que los cronistas clásicos llamarían “saber estar”. En 1972, cuando su estrella aún brillaba con fuerza en el mercado hispanoparlante, se alió con Los Panchos para adentrarse en el territorio del bolero. Este es un disco polvoriento y descatalogado de la CBS que a mis padres y abuelos les habría encantado escuchar. Bien que lamento que se incorporara tarde a la colección, porque no siento ningún apuro confesando que también me encanta a mí. Gigliola, guapísima y esplendorosa a sus veintipocos, era dueña de una voz delicada, impecable, dulce como la melaza. Y Los Panchos, de trayectoria a estas alturas casi infinita, siempre fueron capaces de amoldarse a cualquiera, no solo a Armando Manzanero o Eydie Gormé. No hay ninguna sagacidad ni extravagancia en estas lecturas de clásicos algo más que inmortales, desde “Adiós, Pampa mía” (quizá mi favorita) a “Lisboa antigua”, “Amapola”, “Quizás, quizás, quizás” o “Salud, dinero y amor”. Mi ejemplar parece maltrecho, pero conserva un sonido cálido, almibarado, sin apenas crepitaciones. No sabría explicar bien por qué, puesto que ni la música latinoamericana ni la italiana pertenecen a mis fascinaciones infantiles, pero este disco me acompaña. Quizá porque su presunta anacronía sea más bien atemporalidad. Igual llegan otros hijos o nietos, años después, dispuestos a volver a desempolvarlo.
Este disco no fue grabado en1972,ya que quién está en la primera voz es Enrique Cáceres,que se fue del grupo un año antes.