Hay algo de desconcertante, ingobernable e inaprensible en la obra del caleidoscópico Cameron Lew, el cantautor, productor, multiinstrumentista y artista visual californiano y de ascendencia asiática que opera desde hace casi una década bajo el epígrafe de Ginger Root. Un muchacho inquieto e imaginativo donde los haya, Lew no publicaba un elepé propiamente dicho desde Rikki (2020), pero epés previos como Nisemono, de 2022, ya reflejaban su apego por los trabajos conceptuales con un hilo argumental más bien pintoresco. Y esa querencia cobra plena dimensión con este Shinbangumi, término japonés para referirse a una nueva temporada de una serie o espectáculo, y que le sirve para imaginarse durante media hora en la piel de un productor televisivo que en 1987, despedido de manera abrupta, se lanza a la aventura de orquestar un nuevo conglomerado mediático propio.
¿Todo muy loco, cabe sospechar? Un poco, sí. Y más aún su materialización musical, pues los jugosísimos 32 minutos que nos esperan son un conglomerado incontrolable pero divertidísimo de funk (No problems, casi un himno para afrontar la vida con una sonrisa), bossa nova un poco sui géneris (Kaze habría entrado en el primer disco de Matt Bianco),suave soul a la manera de Filadelfia y un trasfondo casi permanente de aquel city pop japonés que les servía de banda sonora a los yuppies nipones en los años ochenta y que aquí podemos asociar con la prodigiosa Yellow Magic Orchestra de Ryuichi Sakamoto.
A todo ello, algunos breves interludios, por debajo del minuto de duración, sirven para ambientar la sesión con aires de anuncios televisivos orientales o música sofisticada para ascensor. Ah, se nos olvidaba: aunque la presencia en la receta sea poco evidente, el propio Lew explicita la era de Ram (1971), de Paul McCartney, como uno de los principales faros sónicos a los que se ha aferrado para confeccionar su (explosivo) menú.
A la hora de la verdad, y más allá de categorizaciones enrevesadas, Shinbangumi explosiona ante los oídos del oyente como un artefacto endiablado y divertidísimo, un mejunje disparatado y enemigo de los prejuicios ante el que tan pronto podemos sentirnos partícipes de un homenaje de bajo coste a Earth Wind & Fire (Show 10) como sospechar que, además de a McCartney, nuestro amigo Cameron también ha escuchado con insistencia los elepés ochenteros de Chaz Jankel. El balance final puede bordear lo caótico, y esa es al mismo tiempo la principal virtud de este muchacho de Huntigton Beach y el argumento más primigenio para nuestro desconcierto. En realidad, el aire cantarín y algo retro de la medio psicodélica There was a time o la ultra funky All night evidencian la falta de prejuicios y alergia por las líneas rojas de esta generación milenial y omnívora, dispuesta a curiosear en las fuentes más dispares y a permitir que sus ecos terminen filtrándose en la mezcla final.
..y muchos matices de los poco valorados por el tiempo, los Pizzicato Five
¡Qué buen apunte! Gracias, Edu 🙂