Todos hemos amado a Graham Parker, genio tarambana e inestable, hombre de impulsos tan dado a las sorpresas agradables como a la desaparición súbita, las idas y venidas, las desafecciones. Eterno tercer vértice de un triángulo mágico cuyos vértices más sobresalientes han sido los de Elvis Costello y Nick Lowe, nos hemos resignado a perderle de vista según le sopla el viento, pero le perdonamos los volantazos en cuanto hay oportunidad de colocar la aguja sobre los surcos de un elepé. Y este enésimo regreso, tan fresco y ligero, tan liviano pero adorable, es una oportunidad deliciosa para renovar votos y abrazar esa inmediatez que parece sencilla y solo se encuentra al alcance de cerebros privilegiados. “Cloud symbols” se propone resultar un aliado instantáneo desde su misma formulación fugaz: 11 canciones, apenas 31 minutos, nada de circunloquios ni vanos ornamentos, destellos melódicos para los que no parece existir fecha de caducidad. Son más de 40 los años transcurridos desde aquel debut rutilante, “Howlin’ wind”, pero el londinense, que va a cumplir 68, conserva la voz joven y mordaz de entonces y esa facilidad insultante para moverse en los tres minutos por título que marcan sus cánones de siempre, entre la “new wave” y el “pub rock”. La firma de sus clásicos Rumour, que habían resucitado para “Three chords good” (2012) y “Mystery glue” (2015), vuelve ahora a desaparecer (las idas y venidas: recuerden), pero “Bathtub gin”, “Girl in need” o “Brushes” nos colocan ante ese admirador tabernario de Van Morrison de los mejores días, con los metales haciendo travesuras en torno al gran jefe. Parker ya no es joven ni adopta pose de eterno enojo. Pero se nos despide con “Love comes” y sabemos que, en el fondo, tratamos con un sentimental.