El EP, alguna vez lo hemos comentado por aquí, resulta un formato incómodo. No parece un disco breve sino incompleto, deja a medias, frustra en alguna medida. Terminan los 19 minutos de esta “Bola de cristal” y entran ganas de hincarle el diente a la cara B. Solo que no existe. Cinco canciones: eso es todo. Pero qué cinco canciones, y por eso merece la pena dejar constancia. La coruñesa Guadi Galego, dueña de una garganta emocionante y privilegiadísima –voz de fuerza en la adversidad, voz de mar y de tierra-, proviene de los confines folclóricos y dejó una impronta decisiva en tres de los cinco álbumes de Berrogüetto y en un ambicioso primer álbum solista, “Benzón”, que parecía perfilarla como artista conceptual. Pero ha acabado encontrando su modo de expresión en un pop de elevada temperatura sentimental, de confesiones desde una feminidad sensible y poderosa. “Bola de cristal” complementa e incluso mejora “Lúas de outubro e agosto” (2014) y “O mundo está parado” (2016), y lo consideraríamos el cierre de una trilogía brillante con minutaje adecuado. En los tres casos parece decisiva la aportación de Pachi García (Alis) detrás de la mesa, artistazo y productor habilísimo con las texturas que genera una curiosa simbiosis norte-sur: Cedeira y Baeza pulverizan las distancias y se funden en un abrazo precioso. García sabe armar de solemnidad serena un repertorio que a Galego le surge cada vez más emotivo: “Fronteiras” o “Recoñocéndome” parecen canciones que nacen pequeñitas pero no dejan de adquirir poso y trascendencia a cada vuelta, de amoldársenos al paladar y hacernos cosquillas en los lacrimales. Guadi es cantautora orgullosa, pero a lo mejor se escaparía con gusto a un concierto de Coldplay. Nada que objetar. Al contrario: la suya es una actitud maravillosa.