Hay algo, o mucho, de novelesco en la peripecia vital de J.P. Bimeni. Anoten: un descendiente de la familia real de Burundi que huyó en 1993 del avispero de su país, inmerso en una salvaje guerra civil, cuando solo tenía 15 años y ha sobrevivido no ya a un genocidio, sino a varios intentos de envenenamiento. Tras el último, ¡en un hospital!, acabó con sus huesos en Gales, obtuvo el reconocimiento como refugiado y una beca de las Naciones Unidas para estudiar en el Trinity College. Sirva esta contextualización biográfica, dadas las circunstancias nada frecuentes, para comprender también el hálito curativo y esperanzado que acompaña a la música de Bimeni, un soulman aferrado a la vieja escuela. Que es también, a su vez, la más inequívocamente inmortal.

 

No pretende J.P. variar ninguna de las reglas del juego, porque su apuesta por el soul canónico de los años sesenta implica también un anhelo de atemporalidad. La baza de lo vintage no es infrecuente estos últimos años en el género, y lo hermoso en ella es su factor intergeneracional e interracial. Todos nos hemos derretido alguna vez, o muchas, con Otis Redding, y Bimeni invoca su espíritu a cada rato. Y tanto en la vertiente movida, con un Not in my name donde parecen resonar ecos de Fa-Fa-Fa-Fa-Fa (Sad song), como en la emoción crepitante y a fuego lento de Find that love, tarareos incluidos.

 

Guilty & blessed aborda el confuso sentimiento de agradecimiento y culpa que embarga a un hombre al que llegaron a dar la extremaunción pero que hoy tiene voz, talento y una sensibilidad conmovedora para contarlo y cantarlo. A las permanentes apelaciones a los espíritus de Motown y Stax hay que añadir el aderezo afrofunk en Give me hope, el tema titular, y la exhibición de los Black Belts en la instrumental y muy cinematográfica Ghost city, rubricada por el guitarrista Edu Martínez. En efecto, la banda no proviene de Detroit, sino que es íntegramente española: un espaldarazo definitivo para ese soul peninsular que ha ido creciendo en la última década con un aluvión de formaciones propias (Freedonia, Anaut, The Sweet Vandals, Shirley Davis, Aurora & The Betrayers y un etcétera cada vez más prolongado).

 

Bimeni emergió como artista a punto ya de cumplir los cuarenta, con un Free me (2018) que le reportó críticas internacionales entusiastas. Give me hope pierde la baza de la novedad, pero gana la de la profundidad. Dolor y esperanza, angustia y resiliencia son binomios que conviven en letra y espíritu durante toda la entrega. Y para enmarcarlo todo bien, aunque J.P. rubrica casi todo el repertorio, la apertura se le concede a una vieja y no muy recordada pieza de Eddie Holman, Four walls (1969). Una manera de avalar que algunas cosas, las verdaderamente sustanciales, no perderán jamás vigencia.

2 Replies to “J.P. Bimeni & The Black Belts: “Give me hope” (2022)”

  1. Gracias por la recomendación. No conocía a este músico, J. P. Bimeni, me ha gustado mucho, una voz que atrapa y su historia personal es de película. Me recuerda a Salif Keita, maliense, albino y un luchador nato. Me encanta los músicos africanos ¡¡¡

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