Llevaba tres o cuatro años ya amagando Joesef con una buena colección de epés y canciones sueltas, dando muestras de sentido y sensibilidad, de un gusto muy refinado por el soul de ojos azules actualizado con gratos matices de pop indie y una marcada preferencia por las crónicas de colapsos amorosos, en su caso marcados por sus primeros fracasos con los chicos de los que se enamoró. Todos esos antecedentes confluyen y se materializan ahora en un primer elepé de ánimo poco rupturista pero contenidos sensibles, elegantones y estilizados; en el fondo, un disco casi monotemático sobre el desamor, pero con la habilidad de un melodista habilísimo y sentimental hasta los tuétanos. Y un cantante de registros holgados, entrañable en el susurro y delicioso cuando, como en el éxito It’s been a little heavy lately, se instala en el falsete.
Resulta tentador establecer paralelismos entre este Joseph Traynor y Sam Smith, porque a las similitudes estilísticas se le suma una condición sexual compartida y hasta un cierto parecido físico. Puede, en todo caso, que Joesef sea más profundo y sofisticado frente al papel en blanco, además de más genuino en sus acercamientos a un soul vintage y menos afín a las producciones sobrecargadas de fuegos artificiales. Pero hay en este Daño permanente (que ya es un título con querencia al melodrama) hueco para las diferentes intensidades del género: desde Borderline, con momentos en los que nuestro chico de Glasgow parece un Prince baladista cantando en voz bajita, al pulso funk de Didn’t know how (to love you), el episodio más irresistiblemente sexy y bailable en el disco, y la consecuencia directa, suponemos, de haberse pasado muchas tardes de la adolescencia pegado a los álbumes de Al Green. Y todo ello con escala en el medio tiempo de Apt 22, siempre en tonos sutiles y aterciopelados, pero con una sagacidad innegable para la escritura de estribillos relucientes y rematadamente bonitos.
Hacia el último tercio se orilla un tanto el amor por la música negra y estalla ese momentazo de pop brillante, tarareable y adorable que es Joe, que solo parece factible en alguien que quizá haya invertido muchas horas de su vida en escuchar a los Fleetwood Mac de Tango in the night. También una de esas baladas sobre guitarra arpegiada, Blue car, que bien podría haberse colado en algún disco del Sting maduro. Joesef no pretende descubrir nada y a veces puede instalarse en una cierta placidez, puesto que solo transita por caminos suficientemente conocidos y señalizados.
El resultado, en todo caso, es tan redondo que solo podemos disfrutar del descubrimiento y permanecer atentos a los siguientes pasos. A sus 27 años, qué envidia, le queda aún todo por andar.