Una enfermedad cerebral degenerativa nos impide disfrutar desde hace ya casi una década de la voz de Linda Ronstadt, pero la celestial artista de Tucson (Arizona), sin discusión una de las artistas femeninas más influyentes durante la década de los setenta, no se resigna a consumir las postreras entregas de su biografía mano sobre mano. Ya en 2019 resultó particularmente emotiva la difusión de un documental biográfico, The sound of my voice, que repasaba su trayectoria y en el que aparecía, rodeada de familiares, intentando articular algún nuevo sonido temperado desde su garganta.
Ahora, tres años después, la más reciente de las páginas (y nunca mejor dicho) es la edición de una autobiografía, Feels like home, que alterna las remembranzas de su infancia con recetas muy artesanales y exóticas de sus antepasados mexicanos. Y un disco de Putumayo, ¡bendita factoría fonográfica!, pone banda sonora aquí a todo ese legado en forma de memorias sentimentales y gastronómicas.
Los 10 cortes de aquí se centran, pues, en la Linda más fronteriza e hispana, esa que a finales de los ochenta dejó atónitos a sus seguidores de siempre, acostumbrados a venerarla como diva del country-rock, con las dos entregas de rancheras que tituló Canciones de mi padre. Son casi incontables las generaciones de los Ronstadt que frecuentaron la frontera de Sonora, entre el estado de Arizona y “la parte trasera de la nada”, como la propia artista define aquellas tierras yermas, desérticas y recónditas. Y la selección ahonda en las incursiones de Linda en aquella herencia prodigiosa, pero también en las de algunos de sus allegados más ilustres. En particular, Ry Cooder y Jackson Browne, genios indiscutibles del ideario más mestizo, que aquí aportan una mirada singular en torno a los cancioneros de mariachis acompañándose de Lalo Guerrero y Los Cenzontles, respectivamente.
Los Cenzontles, una institución de la música fronteriza desde hace más de tres décadas, con integrantes provenientes de los dos lados de la raya, es la firma con mayor presencia en los créditos, pues aporta un par de grabaciones además de la compartida con Browne. Pero hay ejemplos de la labor en español de Linda, también en su álbum posterior de 1992 (Frenesí), así como sendos dúos interculturales con sus dos grandes compañeras de fatigas y virreinas en el cetro de la música campestre de los años dorados, Emmylou Harris y Dolly Parton. Este Feels like home (que no debe confundirse con un álbum homónimo de Linda, a mediados de los noventa) se convierte así en un viaje evocador e inesperado, muy complementario a aquellos grandes éxitos angloparlantes y con grandes ventas que nos vienen de inmediato a la memoria cuando pensamos en ella: You’re no good, Blue bayou, It’s so easy, Different drum…
Por desgracia, no habrá ya ningún álbum de estreno con su firma, pero la discografía que fue atesorando Ronstadt se antoja ahora, vista en perspectiva, aún más sobresaliente. Y esta panorámica colateral solo sirve para agrandar aún más las dimensiones de su figura.
Grande esta mujer y como bien dices Fernando también estas pequeñas joyas que se publican sirven para tenerla no solo en el recuerdo sino para engrandecer más su figura. Abrazo.