Llevan tiempo los angelinos Local Natives ejerciendo como una banda adorable, pero Violet street (2019), su virguería prepandémica, y esta quinta entrega, evocadora e inyectada de poesía por los cuatro costados, los han vuelto sencillamente adictivos. Las armonías vocales continúan siendo no ya solo un referente, sino un ejemplo deslumbrante para las huestes de Taylor Rice, pero asombra cada vez más esa capacidad para las melodías sinuosas y adictivas desde su condición de inesperadas. Son herederos de la gran escuela del Laurel Canyon, pero con una actitud indie que los vuelve impredecibles: en ocasiones les envuelve una pátina psicodélica que remite a los últimos años sesenta, otras veces asumen una rimbombancia más propia de los ochenta y siempre acaban resultando más contemporáneos que nostálgicos.
Todo el espectro temporal de influencias queda expuesto ya con los dos cortes iniciales. Time will wait for no one, el tema titular, sirve como breve aperitivo vocal de apertura, intimísimo y casi susurrado, como si se tratara de una grabación doméstica materializada con un micrófono rudimentario en mitad de la habitación. Y de ahí la banda afronta sin dilación Just before the morning, que les retrata como una suerte de Tears for Fears lánguidos, con esa estructura tan característica de estribillo antes de la estrofa.
Las armonías a tres voces constituyen, eso sí, la espina dorsal de estos 35 minutos adorables, lo que hace inevitable las comparaciones con Fleet Floxes en pasajes como la pieza de clausura, Paradise, o ese Hourglass ungido en unos teclados analógicos y celestiales que aportan una inesperada dimensión de pop progresivo. No puede ser ajena a esta sensación la presencia como productor de John Congleton, un hombre que ha firmado trabajos con un puñado de artistas que nos pueden venir a la cabeza, siempre para bien, escuchando ahora a los Natives: Midlake, particularmente, pero también Manchester Orchestra, Shearwater y hasta The War on Drugs.
Así de sustancial, en efecto, resulta esta apuesta poliédrica y fascinante de Local Natives: con el falsete de Rice erigiéndose en alternativa a Bon Iver más soleada y rica en vitamina D (Desert snow), con turno para la balada romántica en clave de soft pop en Ava y c0n esa eclosión sintetizada de Featherweight que nos transporta a universos como el de The sensual world, de Kate Bush. Y así hasta desembocar en la fabulosa NYE, lo más guitarrero y trepidante del lote y, sencillamente, uno de esos cortes por los que ya solo este 2023 habrá merecido la pena.