Ese endiablado apellido compuesto es un desafío para nuestras memorias ya clamorosamente escasas de espacio libre. Pero toca arremangarse: el nombre de Luke Sital-Singh no puede quedarse sin un hueco en los listados de flamantes debilidades llegadas desde el gremio de la canción de autor británica.
Dressing like a stranger nace de una mudanza relevante, un cambio de rumbo vital que se acaba filtrando, en temática y actitud sonora, en muchas de estas 11 nuevas canciones. A finales de 2019, Sital-Singh llegó a la conclusión de que el circuito británico ya lo tenía pateado hasta el último kilómetro cuadrado y decidió establecerse, guitarra en ristre, en Los Ángeles, por aquello de que esa costa del Pacífico siempre ha sido territorio propicio para los hechiceros de las pequeñas grandes historias con música y letra en poco más de tres minutos. Llamémoslo casualidad o suerte bien buscada, pero Dressing… tiene mucho de eclosión. Sabíamos que Luke era un tipo brillante, pero aquí refrenda unas condiciones esplendorosas.
La pandemia se ha encargado de que el cambio, en la práctica, haya sido mucho más sutil de lo pretendido originalmente: Sital-Singh ha llegado a admitir que la principal novedad en su modo de vida es la elevada frecuencia en la utilización del pantalón corto frente a la pierna completa, pero es hoy el día en que, no habiendo podido saborear la experiencia californiana en plenitud, sopesa el regreso a sus cuarteles londinenses. Con todo, la agilidad que demuestra la escritura en Dressing…, comenzando por la canción que abre el disco y le da título, confirma que recolocar las piezas de nuestro interior acaba sirviendo como chispazo eléctrico para una creatividad renovada.
Enclaustrado por el confinamiento en una ciudad lejana, además de genuinamente hostil, Sital-Singh se vio abocado a una larga convivencia con sus pensamientos, fantasmas e incertidumbres, sin posibilidad alguna de huida. Ello convierte de inmediato este Dressing… en un disco no solo confesional, sino por momentos acongojado. A Luke se le ha visto como un discípulo evidente de Bon Iver, pero en la canción titular es palmaria la influencia del sublime Sufjan Stevens (algo que también sucede al principio de California, como incidiendo en la vieja idea de Stevens de escribirle un elepé a cada estado de su país). Y entre las ternuras propias y las inducidas, el álbum en su conjunto se va volviendo más y más adorable con cada nueva escucha.
No, no pensemos en un disco rigurosamente circunspecto. Luke, amigo de Passenger y compañero de escudería discográfica, afronta los temores asociados a nuestras vidas cada vez más ingobernables, pero también encuentra resquicios de luz y optimismo en la muy risueña Summer somewhere. Y en Rather be se entrega con Christina Perri a esa tradición de pluscuamperfectos dúos mixtos que remite a Peter Gabriel, Kate Bush y los tiempos de Don’t give up.
¿Quieren escuchar una canción perfecta con la que alentar la mañana tras una ruptura amorosa? Ahí está la excelente Can’t get high. ¿Prefieren enamorarse del propio Sital-Singh en su condición de tipo sensible y reflexivo? Inclúyanle en todas las oraciones después de All night stand, sencillamente sensacional. ¿Y si pasamos de lo terrenal a lo metafísico? Anoten Me & God, prodigioso ejemplo de búsqueda de la trascendencia a partir del escepticismo. “Dios y yo hemos estado hablando de nuevo / pero todavía es demasiado pronto para decir que somos amigos”. Amén.
Día gris y lluvioso. Casi otoñal. Perfecto para descubrir este magnífico álbum.
Sospecho que en días soleados también se disfrutaría bien. Es lo bueno de los discos sin fecha de caducidad 🙂 Gracias por escribir!