María Parra es una pianista joven, emergente y brillante que asoma la cabeza por un territorio no especialmente explorado en estos momentos en España, el de la música instrumental para piano solista. Dueña de un currículo abrumador, que incluye una matrícula de honor en su licenciatura académica, un máster con Alicia de Larrocha y la especialización en el Conservatorio Superior de París, Parra había entregado hasta la fecha un par de álbumes con acento francófilo (Rêverie y Mouvement) en los que daba rienda suelta a su fascinación por Debussy y Schumann, pero también Albéniz, Falla o Granados. Pero esta tercera publicación supone un evidente paso al frente, por cuanto aparca a los clásicos consagrados y se atreve a presentar 13 breves páginas, algunas bien hermosas, de autoría propia. Y todo parece honesto, valiente y apropiado en esta decisión.

 

La herencia clásica es muy evidente no ya solo en la manera de interpretar, sino de escribir que exhibe aquí María. Pero Vision constituye un esfuerzo por reivindicar ese piano introspectivo, romántico y amable que tanta fortuna hizo en los mejores momentos de las llamadas nuevas músicas, aunque habrá aún quien prefiera el apelativo de new age. El nombre de George Winston y otros compañeros de escudería  en la extinta factoría de Windham Hill (Scott Cossu, Jim Brickman) vienen enseguida a la cabeza, solo que aquí la herencia ibérica resulta, claro está, mucho más evidente. Y así, en la segunda mitad del álbum, integrada por las dos piezas para María flamenca y las cuatro partes de la Suite Granada, se deja amplio espacio a todos esos aromas sureños.

 

Las cinco primeras composiciones, no inscritas bajo ningún epígrafe global, resultan ser las más etéreas y ambientales, con sugerencias hasta en sus títulos (Viajeros del viernoCarruselNenúfares bis) al aire libre, la naturaleza y la liberación del martirio cotidiano al que nos somete la vida moderna. Finalmente, las dos composiciones englobadas como Suite depth, las únicas con títulos en inglés (Aerial viewDeep ocean), se erigen en una invitación a cerrar los ojos, meditar y evadirse durante casi siete minutos. Mindfulness en estado puro; o, si se prefiere, una recomendación perfecta para nuestro profesor de yoga.

 

Falta ahora comprobar cómo es la María Parra que asume el reto de la compañía en escena, si es que las trazas de jazz contemporáneo, que alguna hay, la animan a componer para trío u otros formatos. Mientras tanto, Vision hace las veces de paréntesis para el sosiego. Previsible a veces, y algo tópico en lo formal (la presentación, los títulos), pero evidentemente reconfortante. Y muy diferente a lo que suele acercarnos la actualidad en nuestros escenarios.

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