Nunca parecieron The National militar en la liga de las bandas prolíficas, acaso porque su intensidad y sosiego demandaba espaciar las dosis. Pero las tornas parecen haber cambiado en el último lustro, un periodo de tanta efervescencia para su jefe de filas, Matt Berninger, que los perímetros se le quedan cortos y aún no ha encontrado freno a sus presentes querencias expansivas. Hace bien. Nadie esperaba el año pasado un álbum tan extenso y sobresaliente de The National como I am easy to find, apenas una temporada después de aquel Sleep well beast con el que el quinteto neoyorquino recuperaba sus mejores esencias. Aún menos imaginábamos esta aventura en solitario de Berninger, que ya en 2017 se desmarcaba con un proyecto paralelo pintoresco, El VY (a medias con Brent Knopf), pero que aquí se erige en competencia directa para su propia banda matriz. Porque la inmensa mayoría del repertorio de este Serpentine prison habría encontrado acomodo bajo el paraguas de The National, y hasta cabe intuir que los hermanos Dessner todavía anden haciéndose cruces por haberse quedado sin alguno de estos títulos para el buque insignia. 

 

Sí, es cierto que nadie en la familia nacional anda desocupado, y que el mismo Aaron Dessner ha aprovechado para apadrinar ese fascinante folklore con el que Taylor Swift se perfila, quién nos lo iba a decir, como una de las triunfadoras más irrefutables en el año más intrínsecamente aciago de nuestras vidas. Pero aquello equivale a una aventura extramarital y aquí hemos de pensar más bien en vida paralela, por cuanto este debut solista de Matt nos retrata a un hombre enrachado, torrencial, movido acaso por esas ansias de la edad madura –los cuarenta y tantos– en la que el ser humano se hace consciente de haber rebasado el ecuador y se convence de que no le queda tiempo que perder. En ese sentido, Serpentine prison es un álbum hermosísimo y equiparable a los mejores momentos de The National, aunque con una pátina de mayor sosiego. Incluso con un ápice de accesibilidad que puede facilitar el refrendo ocasional de los no iniciados. Hágase la prueba, por ejemplo, con Distant axis, donde algún fraseo nos traerá a la memoria a Bono sin que por ello debamos poner el grito en el cielo. Ese paralelismo con U2 se agudiza con los primeros estallidos de guitarra, desde el segundo 95, y aún se hace más evidente a partir del minuto tres. Porque, cielo santo, ¿no podríamos confundir a The Edge con el responsable de esas segundas voces?

 

… Axis es un momento muy afortunado, pero las fascinaciones también pueden dispararse con One more second y su lento desangrado a raíz con una ruptura sentimental. O con Silver Springs, que comparte título y espíritu con un clásico de Stevie Nicks y también deja paso a una voz femenina, Gail Ann Dorsey, que en I am easy to find ya había asombrado por su timbre narcótico y ese entendimiento rotundo con Berninger. Y así hasta llegar al epílogo de Serpentine prison, con ese aire monótono y meditabundo tan característico de nuestro protagonista. Y la sutil pincelada de los metales, que por algo es el ilustre veterano Booker T. Jones quien se hace con los mandos de la producción. Grande Berninger, motivo de satisfacción para todos. Sí, también para los hermanos Dessner.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *