Puede que no sea el momento más propicio para elogiar a una banda de origen holandés, pero tampoco será cuestión de entremezclar realidades ni dejarse llevar por revanchismos. Así pues, disfrutemos sin remilgos de este cuarteto con mujer al frente que por Holanda goza de enorme reputación (figuraron en las quinielas de los premios Edison, los Grammy de su país, y han actuado ante el matrimonio real, si eso computa entre los méritos) y que ahora pide paso por otras latitudes con su cuarta entrega, seguramente la más diversa y plural de todas. Y, sin duda, un ejemplo de rigor y elegancia en el manejo de la tabla de géneros de la música negra.
Parten la rotunda Davis y sus masculinos compinches de los preceptos del soul, con revestimiento de metales (Yes I am) y unas exquisitas hechuras clásicas (Good good good) que no desentonarían en una sesión de la añorada Sharon Jones, aunque en modo de sosiego matinal. Incluso las cuerdas hacen acto de presencia en Love, lo que multiplica la sensación de que la banda, bajo la tutela de Paul Willemsen y Ono Smith, maneja con muchísima solvencia todos los palos del catálogo.
En realidad, solo una cierta sensación de academicismo emborrona los méritos del cuarteto, por lo demás evidentes. De la misma manera que no hay riesgo para escoger título al trabajo (¿no podrían haberle dado un poco más de lustre al bautismo?), tampoco nos escapamos de los cánones en las diferentes incursiones por estilos más o menos colaterales. La más simpática y latina es la aproximación al boogaloo en Victory!, el relato de cómo David venció al maldito cáncer de pecho y una radiante inyección de optimismo que acaba impregnando todo el álbum, por mucho que el destino le haya hecho ver la luz en el funesto marzo de 2020. R’fissa es un tributo fugaz pero efectivo al continente africano, igual que Myshel se atreve a explorar el universo electrizante del afrobeat. Incluso hay escala jamaicana en el caso de la discreta Oh my my, para que el viaje por los ritmos más soleados del planeta no quedase incompleto.
Con tan buenos mimbres, el cuarteto solo necesita una pizca de empeño en la singularidad. Conseguir que no solo disfrutemos de su álbum, lo que sin duda consiguen, sino que tampoco podamos reprimir las ganas de hundir nuevamente el índice en el Play. Y este segundo objetivo aún se queda en el alero.