Cinco años ha tardado Myles Sanko en alumbrar su cuarta criatura discográfica, un periodo inusitadamente dilatado para un artista que aún no goza de popularidad generalizada. Todo se andará o debería andarse, porque el salto desde su predecesor, Just being me (2016), hasta este Memories of love es gigantesco. Teníamos por ahora a un soulman apreciable y talentoso que encuadrábamos en la generosa nueva hornada de jóvenes que aprecian las hechuras clásicas del género. Pero lo que nos encontramos aquí es una obra mayor. Inspiradísima. De mirada panorámica y escritura elegante y maravillosa. Uno de esos discos, en definitiva, con los que no nos encontramos a diario.
Basta enfrentarse a los siete minutos del tema inicial, Where do we stand, para percatarnos de que la cosa va en serio. Aquí hay ambición, empaque, una introducción instrumental primorosa, la interacción entre cuerdas y metales. Myles sale en tromba: sonido abrumador e historia sobre su relación paternofilial. Porque todo el trabajo versa sobre las distintas vertientes del amor y los enfoques reales que el propio Sanko ha aplicado en su vida afectiva. Sin cortapisas. A corazón abierto. Incluso cuando duele, pero también cuando hay ocasión de adornar el pastel con una guinda de dulzura.
No es fácil atinar en la búsqueda con una voz tan matizada y templadísima como la de Myles, que, pese a andar sobrado de tesitura, nunca juega la baza de avasallarnos con un torrente de agudos y decibelios. Myles prefiere adentrarse en el arte de la seducción, y, ahora que corroboramos sus buenas condiciones como padre y amante, refrendamos que lo domina con holgada destreza. Y nos viene a la memoria una frase de hace cuatro años, presentando Just being me en la madrileña sala El Sol: “Quiero que hoy terminemos como amigos y no como extraños”.
La tersura y esplendor de su repertorio remitía directamente a Bill Withers o Isaac Hayes, pero ese plus de ambición le coloca ahora en disposición de pisarle los talones a Michael Kiwanuka. Hay ardor jazzístico en las excelentes Whatever you are o Rainbow in your cloud, igual que hay dominio absoluto en el arte de la balada confidente para Never my friend. Y ternura a raudales con Blackbird sing, un broche ejemplar.
En realidad, pocos flancos débiles quedan en estos diez cortes ejemplares y de elegancia superlativa, más allá de las americanas entalladas que se gasta este oriundo de Cambridge con sangre de Ghana y Francia. Los nutridos coros góspel de Freedom is you (y su excelente solo jazzístico del pianista y brazo derecho Tom O’Grady), unos sabios ápices de folk para Streams of time, la nostalgia de los amores de antaño en Who to call… Da para mucho esta exhibición de Sanko, que dispone de motivos de peso para lucir esa amplia sonrisa.
Tuve la suerte de ver en directo a Myles Sanko , en Elporton del Jazz en Alhaurin, creo que fue en el verano de 2019, no le conocía y me pareció sensacional su concierto, lleno de feeling , pasión y sensibilidad. Gracias por recordarmelo en tu sugerencia de hoy, tan atinada e interesante como siempre. Gracias Fernando.
Soy consciente de lo difícil que es encontrar discos interesantes y reseñarlos de forma que resulten atractivos, pero tú lo consigues a diario.
Gracias
Qué comentario tan generoso, Alberto. Muchas gracias por compartirlo. ¡Salud!
Maravilloso álbum y estupenda crítica. Gracias por el día a día.
Gracias a ti por tu generosidad en la lectura y en la evaluación, Carlos… 🙂