Os Amigos dos Músicos resultan tan entrañables como su propio nombre, como la grafía, como la portada, como todo lo que les rodea explícitamente y lo que evocan de manera implícita. El segundo trabajo del sexteto ourensano es una declaración de amor a la música, un compromiso con la nostalgia, un enlace directo con los ancestros galaicos pero también con toda una generación que trasciende los límites geográficos. Es más, Cabalo gañador, aun contando con la aportación de un mago del folclor gallego como Xabier Díaz, recuerda más a Simon & Garfunkel que a Berrogüetto. La galleguidad ayudará a empatizar con este disco sencillamente maravilloso, sin duda, pero Os Amigos no son una banda regional, sino un ejemplo de cómo desde lo concreto se puede llegar a abarcar una parte significativa del universo. Porque universales son los sentimientos de pérdida, añoranza, infancia, amistad y empatía que afloran a cada acorde. La formación cuenta con voces y compositores diversos, lo que no hace sino enriquecer el resultado, a la manera de unos Crosby, Stills & Nash del rincón noroccidental. En realidad, a ratos parecen una versión grupal de Andrés do Barro filtrada por la mirada contemporánea de Eladio y Los Seres Queridos. Y esa mezcla, señores, funciona. En ocasiones suena a pop, a veces a folk y a ratos encuentra hueco para la digresión instrumental, como en el caso de Pavillón dos Remedios. Qué maravilla, en cualquiera caso, tropezarse con una sorpresa de estas dimensiones. En OADM son tan capaces de recrear un poema galleguista de Uxío Novoneyra (Bicarelo) como de pasarse al indie para Non pensar, uno de los más grandes temas peninsulares de esta cosecha del 19.