¿De dónde ha salido Pablo Solo? Ante todo, y eso le honra, del amor por los Beatles. En especial, los de los momentos más psicodélicos. Bueno, y por Paul McCartney, también en solitario o en la era de los Wings. Basta escuchar Thank you para comprender que los años setenta también se encuentran presentes en el ideario de este muchacho.
Y desde una perspectiva más ceñida a espacio y tiempo, ¿de dónde ha salido Pablo Solo? Tenemos que acercarnos en primer término hasta Santander, donde Pablo Fernández nació, creció y alumbró una de tantas buenas bandas desdichadas, The Puzzles, responsables de dos discos y medio que apenas gozaron de amplificación. Y hemos de seguir sus pasos, presumiblemente desencantados, hasta Madrid, donde se encerró a componer Alondras en la más completa soledad. Es este un álbum confinado desde mucho antes que ese término se nos grabase para siempre en las entendederas. Pablo canta, toca, compone, graba, coproduce. Todo en formato analógico, entre válvulas y cacharros viejos y maravillosos. Y pasando del universo beatlemaniaco, el predominante, a las endiabladas armonías de los Beach Boys (A dream) con actualización por la vía de High Llamas.
¿Left Banke, Honeybus, The Zombies? Evidentemente, sí a todo. El coproductor, no en vano, es Borja Juanco (Los Estanques), otra prueba de que los veinteañeros cántabros se nos han enamorado sin remisión de la más fascinante música que sonaba en este planeta cuando sus padres eran quinceañeros. del Álbum blanco en colisión con los primeros Pink Floyd (Gus, you dog!), de ¡Stealers Wheel! (Tomorrow), de la lluvia torrencial en alguna pradera de Canterbury (Happy birthday), de las digresiones guitarreras de Santana en formato instrumental (Alondras). No hay grandes descubrimientos en Alondras, un álbum de vieja escuela. El auténtico descubrimiento es él, Pablo Solo. Un rara avis de esos que se saltan los arquetipos generacionales. Un verso suelto: ahí donde siempre surgió la mejor poesía.