La inquietud y el inconformismo siguen siendo, después de una década larga, santo y seña para el trabajo del leonés Yuri Méndez, un tipo con insuperable alergia a repetirse y los suficientes meandros en su creatividad como para poner encima de la mesa una colección tan sinuosa como sugiere esa uve doble que la identifica. Porque estas nueve canciones suben y bajan, apuntan aquí y allá y se bifurcan en dos direcciones clarísimas, casi como si nos encontráramos ante un doble epé: una cara A, con las cinco piezas iniciales, de evidente filiación electrónica, y una cara B, a partir del sexto corte, en el que los paisajes acústicos se erigen en una hermosa realidad. Pero ni siquiera estas dos mitades bastan para situarnos en cuanto aquí acontece, porque a su vez esos cinco primeros cortes apuntan hacia filiaciones bien distintas. Todos beben de la gloriosa reactivación que atraviesa la música de sintetizadores de los ochenta, pero “Home” apuesta por la belleza etérea, “Leave the rubbish out” sirve para el desenfreno en la pista de baile y “Now everything makes sense” aúna la belleza sosegada de las armonías vocales con el ropaje sofisticado de las teclas. Y, de pronto, damos la vuelta al álbum y “Trembling stars” se erige en caramelo bucólico, con su guitarra arpegiada y una candidez que encajaría en ese nuevo disco de Kings of Convenience que nunca llega. Y así sigue ocurriendo en “Thirty-one”, otro calco de esos paisajes entre el trémolo y la nostalgia, mientras que “Strangers” encaja de maravilla con la tradición de la mejor “americana”. Es ya el séptimo trabajo, si no contamos mal, de Pájaro Sunrise, y no decae el interés por este hombre ultrasensible y de humor cambiante, pero ajeno siempre al carril central.

 

 

 

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