Tendemos a prestar menos atención de la debida a los autores demasiado prolíficos. Acabamos por pensar que su oficio no les demanda tanta dedicación o que acumulan menos méritos que los de quienes solo se prodigan cada tres o cuatro temporadas, el ritmo de las pautas comerciales. Por eso con Peter Broderick corremos el riesgo de minusvalorarlo. De haber perdido la cuenta de sus discos. De considerar que, si es capaz de dar señales de vida a cada poco, será porque su obra es más superficial, prescindible o descuidada. Todo, hasta que volvemos a descubrir lo que en algunas ocasiones del pasado (It stars hear, por ejemplo) ya nos había resultado evidente: su discurso musical oscila entre lo entrañable y lo adorable.
Blackberry es un homenaje a la mora que le da título, a las frutas del bosque, las más humildes y resistentes de la naturaleza. Propone un entendimiento con el mundo que nos rodea y alerta sobre nuestros excesos como especie, y eso que estas ocho canciones se compusieron y grabaron durante 2019, antes del advenimiento del presente apocalipsis global. En coherencia con todo ello, nos encontramos ante un trabajo íntimo y desnudo, pero en ningún caso taciturno. Broderick acumula una veintena larga de trabajos discográficos (ya lo avisábamos), pero llevaba cinco temporadas sin escribir canciones, música para cantar. Y es tan evidente su goce que en What happened to your heart, donde alterna partes melódicas y recitadas, nos trae a la memoria al sueco Jens Lekman, uno de los genios más disfrutones del panorama internacional. También a otro travieso con galones, Andrew Bird, que para eso el tema acaba entre silbiditos.
Peter ha crecido en Portland (Oregón), meca del artisteo en la Costa Oeste, y desde hace unos pocos años vive con su mujer, la maravillosa cantante Brigid Mae Power, en el condado irlandés de Galway. Son paisajes que acaban filtrándose en la escritura, con guiños celtas en Ode to blackberry, What’s wrong with a straight up love song o Stop and listen y un gusto por la canción contenida y emotiva muy similar al de otro sueco, José González (The niece). Por lo demás, un repaso a los créditos de Blackberry corrobora una sospecha obvia nada más se ha procedido a su (absorbente) escucha: todo lo que suena, del primer al último instrumento, corre por cuenta del propio Broderick, que de hecho grabó el álbum en su habitación.
Llamémoslo “experimental-bedroom-folk-pop“. Suena jocoso, pero es rigurosamente cierto y descriptivo. Es más: la definición la sugiere el propio compositor. Y de su pluma sale también el primer verso de este álbum, todo un late motiv que deberíamos tomar en seria consideración: “Solo puedes ser tan feliz como el mundo en el que vives”. No es necesario tuitearlo. Mejor, grabémonoslo en la memoria.
Blackberry puede escucharse ya en las plataformas de ‘streaming’. La edición física, en CD o vinilo (con color de mora), estará disponible comercialmente a partir del 30 de octubre