Un nuevo disco de Pink Floyd siempre constituye un acontecimiento, por más que la exactitud del adjetivo resulte en este caso muy matizable. La caja completa de The later years, con la friolera de cinco cedés, seis blu-rays, cinco deuvedés y dos vinilos de 7 pulgadas, solo es factible en caso de economías muy saneadas, y también parece evidente que abarca el periodo menos excitante de la banda, esos coletazos finales, a partir de 1987, en que tras el portazo de Roger Waters fueron David Gilmour, Nick Mason y Richard Wright los que prolongaron una trayectoria ya entonces histórica y ahora, con la perspectiva del tiempo, sencillamente inmortal. Pero pese a todas las salvedades, insistimos, la aparición de material inédito de los Floyd es motivo de alborozo, así que estos 79 minutos con lo más quintaesencial de la cosecha se devoran de una tacada y con el aliento contenido. Los dos únicos álbumes de estudio que la formación llegó a registrar sin Waters fueron A momentary lapse of reason (1987) y The division bell(1994), y, aunque este último figura entre lo más anodino del catálogo, sorprende constatar que el primero refrenda su solvencia con el paso de los años. Las remozadas mezclas de Learning to fly y On the turning away son espléndidas y nos sitúan ante dos piezas del más alto nivel, capaces de sostenerle la mirada sin rubor a los inmensos clásicos floydianos de los años setenta. También resulta excitante retomar la soberbia toma en vivo de Run like hell, remezcla de la que conocimos en 1988 en el álbum Delicate sound of thunder. El arrollador paso por Knebworth (1990) queda aquí constatado con las lecturas de los dos clásicos inmarcesibles del disco Wish you were here (1975), el tema titular y, sobre todo, la apoteósica recreación de Shine on you crazy diamond, parts 1-5, uno de esos momentos en que Gilmour se muestra tocado por la varita de los dioses cada vez que su púa pulsa una nota de la guitarra. Merece mucho la pena la reciente recuperación de Lost for words, rescatada de los ensayos de la gira de 1994 (Pulse), y es interesante la versión primeriza en estudio de High hopes, completamente inédita hasta ahora. La otra novedad en sentido estricto también proviene de las sesiones de The division bell: la han titulado Marooned jam y es, en honor a la verdad, un mero calentamiento de dedos, una rutinaria rueda armónica, con Gilmour punteando aquí y allá, que merece más curiosidad que auténtico interés. En cualquier caso, insistimos, los completistas pinks somos hoy un poquito más felices.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *