Carlos Goñi es un músico adscrito a la vieja escuela, y buena cosa es. Nunca ha pretendido travestirse en un personaje que no le corresponda: le ha dado tiempo a cometer errores y seguramente no goce del predicamento de sus primeros años, pero acumula tres décadas de honestidad y motivos suficientes para sacar pecho, siquiera de una forma discreta. Esta ya cuarta entrega de sus discos acústicos en directo puede parecer nominalmente redundante, pero no lo es: habían transcurrido ya 13 años desde su antecesor, que fue un poco fiasco, no hay repeticiones en los repertorios y el trabajo documenta e inmortaliza un momento particularmente dulce y refinado de Revólver, al menos en lo que se refiere a finura y calidez instrumental. Solo desde ese compromiso con las cosas bien hechas (lo de la vieja escuela, decíamos) se concibe una edición tan bella y delicada, un álbum grabado este enero en el Circo Price madrileño que es también DVD (que añade cinco temas a los 13 del audio) y un pequeño libro escrito por el propio Carlos, sin grandes alardes estilísticos pero con mucho encanto en lo que se refiere a sinceridad y confesiones. Hay un detalle delicioso en el exitoso empeño de Goñi y su equipo para que los asistentes al espectáculo no supieran que se fraguaba un álbum en vivo y no un mero concierto más de la gira de 25 aniversario del primer Básico. La reacción del público cuando recibe la noticia, nada más concluir Lisa y Fran, entra en el catálogo de momentazos de nuestro pop reciente. A partir de ahí, la banda se agiganta y su líder repasa un santuario personal que no solo mira a la canción americana, sino a Van Morrison, las hermandades escocesas y hasta la tradición latinoamericana, porque la excelente Eso de saber bordea el bolero. Revólver quizá no opte ya a las posiciones de honor en la lista de éxitos, pero hay triunfos mucho más valiosos y no cuantificables. Y este es uno de ellos.

 

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