A la altura ya de su décimo elepé, Richard Hawley es un gigante de la canción de una fiabilidad tan incontestable como esas grandes bodegas a las que cualquiera recurre ante la perspectiva de una cena sin margen para el error. El de Sheffield acredita ya casi un cuarto de siglo de trabajo en primera persona (aquellos tiempos de Pulp se antojan más que pretéritos), y la calidez de su voz y escritura son tan incuestionables y característicos que cualquier economista los equipararía con los valores refugio.

In this city they call you love , una frase extraída de la grave, íntima y casi minimalista People, es en ese sentido un álbum continuista respecto a Further, su antecesor inmediato (aunque le separen de él ya cinco años), pero que tampoco desentona con el resto de la colección. En realidad, todos conocemos bien la excelencia de Hawley y su notable reticencia a los golpes de timón, así que nos aseguramos tanto el disfrute como la ausencia casi total de sorpresas. Por mucho que el tema de apertura, el hipervitamínico Two for his heels, se salga algo del carril con su apuesta algo desmesurada por los unísonos en la melodía. Y a que el segundo corte, Have love, también aporte más electricidad de la acostumbrada.

A partir de las adorables Prism in jeans y Heavy rain ya retornamos al Hawley de siempre, al que sublimó la balada vintage en la era inolvidable de sus mejores álbumes, los imbatibles Lowedges (2003) y Coles corner (2005). Richard se escora incluso hacia el country primigenio en Hear that whistle blow, que habría celebrado el mismísimo Hank Williams. Aunque, puestos a rebobinar seis décadas en la historia de la música popular, nada como invocar –una vez más– al incomparable Roy Orbison (I’ll never get over you) o al viejo Link Wray.

Siempre hay margen para pequeñas variaciones, como en el aire liviano y de bossa nova que alienta de alguna manera Do I really need to know, una de las mayores delicias de esta nueva docena de piezas originales. Pero la voz macerada y granulada de Hawley se siente más cómoda en las canciones que parecen llevar muchas décadas escritas y que a menudo son estrofas cerradas sin estribillo, como When the lights go out y la canción de cuna ‘Tis night (¡esas cuerdas!). A estas alturas, evidentemente, nuestro tierno gafapasta de la cruda e industrial Sheffield se las sabe todas.