El ejemplo de Steve Hackett es admirable y curiosísimo. Ejerció de hombre tranquilo y casi anónimo durante su prodigioso sexenio en Genesis, entre 1971 y 1977, pese a que el sonido lírico y punzante de su guitarra se hacía inconfundible e imprescindible tanto en la era de Peter Gabriel como en la de Phil Collins. Abandonó el barco cuando este enfilaba hacia sus más altas cotas de popularidad, y la banda ni siquiera se molestó en buscarle sustituto, persuadida de que Mike Rutherford podía quedarse al frente de todas las operaciones guitarrísticas sin compañeros que le hicieran sombra. Y mientras tanto Gabriel como Collins, Rutherford y Tony Banks llenaban estadios, nuestro caballero discreto siguió a lo suyo, ejerciendo como guardián de las esencias de ese rock progresivo del que sus colegas habían ido desentendiéndose.

 

Casi 50 años y 30 discos en solitario después, Steve ejerce de último mohicano de aquella época gloriosa y mantiene la costumbre de entregar álbumes no ya dignísimos, sino a ratos fabulosos. Y tal es el caso de este sorprendente The circus and the nightingale, una especie de autobiografía vital y sonora en tres cuartos de hora, unas memorias aceleradas con las que recorre estos 74 años de amor por la música y la guitarra, de compromiso férreo con la causa sinfónica y la pasión melómana. Y lo hace a través del viaje de un personaje ficticio, Travla, que es un mero trasunto de él mismo. Lo de la discreción y la alergia a la exposición en primera persona, ya lo decíamos antes.

 

Tras una serie de ambientaciones sonoras para evocar aquel Londres gris y depauperado de 1950, en lo más crudo de la posguerra, la guitarra inconfundible de Stephen Richard Hackett pone fin a la intriga a partir del segundo 62. Pero la línea melódica de ese corte inaugural, People of the smoke, parece beber más del rock para adultos (AOR) que del progresivo, más allá de las pausas sorprendentes, los cambios de dinámica y las orquestaciones de Roger King, muy enfáticas y omnipresentes durante todo el álbum.

 

El breve interludio de These passing clouds define esa sensación de duelo entre orquesta y guitarra con las espadas en alto. Y para cuando la voz de Hackett, que nunca fue esplendorosa, retoma el mando en Taking you down, vuelve esa sensación de que nos encontramos, por decirlo de manera gráfica, más cerca de Asia que de Genesis. En este caso en concreto, con la incorporación de un solo de saxo tenor (Rob Townsend) que nos retrotrae a las radiofórmulas de los últimos años setenta.

 

Todo, absolutamente todo en The circus… evoluciona a mejor a partir de ese momento. Found and lost es un amago de balada cuasi jazzística que se queda en un espejismo de dos minutos que desemboca en la adorable Enter the ring, una apelación a ese tipo de armonías etéreas a varias voces con las que Yes hacían magia en los tiempos de Jon Anderson (pensemos en piezas como Turn of the century, que lo que queda de la banda ha recuperado en Classic tales of Yes, su gira para 2024). Y en todo ese juego de guiños y brindis, la aparición de la flauta travesera de John Hackett, el hermano de nuestro protagonista, parece un evidente gesto de homenaje a Ian Anderson y Jethro Tull. Todo ello, antes de que volvamos a embarcarnos en un paréntesis orquestal que entronca sin interrupción con Get me out!, la primera balada como tal del disco.

 

La sensación casi permanente es que no pueden suceder más cosas dispares y de enjundia en menos tiempo, y eso sí que encaja con la esencia misma del rock progresivo corriéndonos por las venas. El arranque coral y casi místico de Ghost moon and living love refrenda esa impresión de carrusel, de disco inesperado en cada recodo. Son casi siete minutos situados justo en el eje central del álbum, en reconocimiento a su belleza solemne y crepuscular; a buen seguro, lo mejor de toda la obra.

 

Se entiende peor el paréntesis algo grotesco y casi circense, nunca mejor dicho, de Circo inferno, pero podemos considerarlo un divertimento, una digresión desmadrada. A partir de ahí, el tercio final es fantástico, con los súbitos crescendos de Into the nightwhale, donde el énfasis acaba desplomándose en un pasaje lindísimo y delicado, y la imparable Wherever you are como apoteosis de guitarra, batería e interludio instrumental. Y como colofón, el epílogo de guitarra española, con un trémolo muy a la manera de Tárrega, de White dove. Es, en definitiva, un viaje vertiginoso y emotivo, una nueva exhibición de fuerza a cargo de un hombre, Steve Hackett, tan alérgico a los titulares como coherente con su propia trayectoria: medio siglo largo de pura filigrana.

4 Replies to “Steve Hackett: “The circus and the nightwhale” (2024)”

  1. Si es verdad que el génesis de Phil se apartó del progresivo poco a poco, pero Peter Gabriel en solitario no lo abandóno jamás, eso si, lo personalizó, de hecho Steve y Peter fueron el alma progresivo de Genesis

  2. Perdon por mi intromision, soy muy fan del maestro Steve y por mas que cuento los titulos que tengo el honor de poseer solamente cuento 29 titulos en estudio cuando en todos los lados dicen que The Circus and …es el número 30.
    Creo que el unico que falta en mi coleccion es el que comparte con su hermano John y no cuento las recopilaciones de temas en estudio.
    ¿29 o 30?
    Muchas gracias y saludos.

  3. Por añadir algo a lo mucho y de verdad que dice usted sobre este gran músico me permito recalcar que, por si fuera poco, es un currante incansable.

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