He aquí un disco soberbio y precioso, sin duda, pero sujeto a una doble pirueta de nostalgia que nos remite a circunstancias irrepetibles. La grabación rememora, por lo pronto, el documental y el subsiguiente doble álbum en directo publicados por Joe Cocker en 1970 a raíz de las dos fabulosas noches del 27 y el 28 de marzo en el Fillmore East neoyorquino, una eclosión de excelencia y adrenalina que el volcánico cantante de Sheffield no igualaría en sus cuatro décadas posteriores de carrera siempre mercurial. Pero el homenaje nos conduce hasta la recreación que el matrimonio que integran Derek Trucks y Susan Tedeschi concibió en el festival Lockn’ de Arrington (Virginia) hace ahora una década, bajo la dirección musical del mismo impulsor de los Mad dogs originales, el irrepetible Leon Russell, y como homenaje a un Cocker que acababa de fallecer en las navidades de 2014.
Es decir, añoramos aquí un evento de hace una década que, a su vez, rendía tributo a uno de los mejores álbumes en vivo de la historia, del que entonces se conmemoraba su 45 aniversario. Y si entonces los oficiantes rendían sus respetos al desaparecido caballero que supo multiplicar hasta el infinito la pasión que The Beatles habían depositado en With a little help from my friends, la plasmación de aquel tributo supone hoy echar en falta a otro genio no siempre bien ponderado por los libros de historia, el hirsuto Russell, que nos acabaría emplazando para la eternidad no mucho después de aquello, en noviembre de 2016. Una pena todo.
Hay pocas recuperaciones sonoras más justificadas, aunque la espera haya requerido dos lustros, que la de este despliegue de talento, efectivos y amor colectivo por la herencia del rock, el blues y el soul que tuvo lugar en el Lockn’ Festival o Interlocken Music Festival, un evento en Oak Ridge Farm que había nacido en 2013 con vocación de reunir a grandes nombres que se iban superponiendo e intercalando en el escenario y que acabaría descarrilando más pronto que tarde, puesto que su última convocatoria se remonta ya a 2021. Todo son pérdidas, en consecuencia, en estos 70 minutos que no dejan de apelarnos a circunstancias irrecuperables, pero donde todo se sucede con la pasión y el desenfreno propios de las grandes, grandísimas ocasiones.
Porque, en su esfuerzo por convertir el tributo en un acontecimiento de primera magnitud, Russell dispuso sobre el escenario a todos los Mad Dogs supervivientes del evento original, sumó la ya de por sí numerosa parafernalia en torno a Tedeschi y Trucks (acaso el proyecto de blues-rock más ambicioso nacido durante la década pasada) y agregó colaboradores afines, siempre de alto perfil, hasta conseguir que por aquellas tablas desfilaran un total de 29 musicazos. De ahí que no podamos disfrutar ahora de aquella explosión disparada de adrenalina sin sustraernos a la idea de que, aun recostados confortablemente en el sillón, acabarán asaltándonos la calorina y los sudores.
Todo acontece aquí como un ejercicio manifiesto de amor y reconocimiento por los maestros primigenios, compromiso con la causa del blues y la música en vivo y, por supuesto, prolongación del éxtasis colectivo. No, no es una descripción impregnada de hipérbole, sino advertencia sobre la avalancha sonora y pasional que se nos viene encima como oyentes desde el momento mismo en que los acontecimientos de aquel 11 de septiembre de 2015 se desatan con The letter y una Susan Tedeschi tan metida en su papel que parece a punto de electrocutarse, como de hecho le sucedía al propio Cocker con aquella gestualidad escénica tan espasmódica. Imposible, por repertorio e invitados, que dispongamos de un segundo de respiro durante la escucha o que las dos docenas y pico de músicos se permitan bajar el listón. Escuchen, si no, cómo la veterana Rita Coolidge se derrite con cada verso de Bird on the wire y de qué manera The weight, el clásico por antonomasia de The Band, nos hace levitar como si se tratara de una oración para una homilía de góspel.
Todo es así de emotivo porque, en efecto, la sensación de éxtasis colectivo se vuelve expansiva y, de paso, intergeneracional. Un viejito Dave Mason se encarga en persona de conmover con un Feelin’ alright que esta vez suena a homenaje a nuestros propios años mozos. Chris Robinson lidia sin intermediarios con With a little help… y consigue encontrar un espacio propio, con una personalidad definida más allá de que la estampa de Joe se nos aparecerá eternamente en la memoria. Y el despliegue de guitarras eléctricas se vuelve de todo punto orgiástico en el momento de afrontar She came in through entre Trucks, Warren Hayns y Anders Osborne. Partimos, a fin de cuentas, de un pasaje fugaz dentro de la cara B de Abbey road, pero esas tres fierecillas se encargan de tambalearnos con casi cuatro minutos de pura prestidigitación eléctrica. Compruébenlo, si vuelven a pensar que exageramos.
Gracias por comentar esta maravilla de disco.
Sabes si está a la venta el DVD o bluray del concierto?? Donde podría conseguirlo??