Sorpresa, y no pequeña: hay nuevo disco de The Arcs, cuatro años y medio después de la desaparición de un de sus artífices, el malogrado y adorable Richard Swift. Sorpresa aún mayor: Swift participa en la grabación, ya que sus compañeros de aventura han rescatado maquetas y tomas orientativas para aprovechar ese legado y otorgarle un protagonismo que en ningún caso se le debería hurtar. Sorpresa final: el resultado es francamente bueno, pese a que las sospechas, suspicacias o reticencias resulten casi inevitables.

 

Swift nos dijo adiós el 3 de julio de 2018, con apenas 41 años, acosado por la sombra de la depresión y la soga de un alcoholismo del que no logró desprenderse. Pocas semanas antes había finalizado The hex, un disco fabuloso que ya llegó a nuestras manos cuando ya no se encontraba él para celebrarlo, así que nadie contaba con la existencia de otras grabaciones que hubieran quedado registradas en su disco duro. Pero quedaba la baza de The Arcs, esta especie de superbanda que encabezaba su buen amigo Dan Auerbach (The Black Keys), y de la que tras su refulgente debut en 2015, Yours, dreamily, no habíamos vuelto a tener noticias. Como lugarteniente de Dan ejercía su estrecho colaborador Leon Michels, pero Richard se encargaba de la batería y añadía un plus de nueva psicodelia a un plantel ya propenso a poner las neuronas en ebullición.

 

En realidad, el tributo a Swift es más simbólico que decisivo en Electrophonic chronic, porque sus baquetas o segundas voces solo abarcan siete de los 12 cortes en liza. Pero su huella perdura y se agranda, y Auerbach se encarga de los remiendos y añadidurías con una minuciosidad abrillantadora que debemos agradecerle. Porque hay tomas evidentemente endebles en cuanto a calidad de sonido, como Sunshine –que se queda desinflada– o Backstage mess, poco más que un divertimento a la manera de una jam session. Pero a menudo no queda claro si partimos de grabaciones caseras o de novísima creación, y el álbum salva la consideración de obra coherente y unitaria, más allá de que arranque como un cañón y vaya languideciendo a lo largo de su segunda mitad.

 

Auerbach siempre fue un tipo tan brillante como hiperactivo, así que resulta comprensible que, entre su trabajo en solitario, el de The Black Keys y su ingente labor como productor al frente del sello Easy Eye Sound, haya relegado la finalización de este raro y diferido segundo elepé, una especie de disco parcialmente póstumo y en diferido. Pero la tripleta de arranque, Keep on dreamin’, Eyez y Heaven is a place, es luminosa, directa, encantadora. Y henchida de esa habilidad del geniecillo de Ohio para la melodía suspendida en el éter, tan atemporal como inmaterial.

 

Parecen grandes clásicos de los setenta, y eso no hace más que engrandecer la parte más brillante de este repertorio. Pero la presentación y etiqueta pueden llevar a engaño. The Arcs son menos lisérgicos ahora y más aferrados al soul y al soft pop. Lo que pueda ser de ellos a partir de este momento, tras este disco inopinado, entra ya en el capítulo de los misterios.

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