Ni las parejas mejor avenidas resisten indemnes los vaivenes de la convivencia. El desgaste también lo han acabado experimentando Dan Auberbach y Patrick Carney, artífices de The Black Keys y amigos desde la más tierna infancia, y eso que la ausencia del componente marital hace más llevadero el trato cotidiano. Pero queda la duda de si la separación de 2015 se debió más a un agotamiento personal o a la desazón derivada de Turn blue (2014), un disco obtuso, desnortado, hierático, que intentaba buscar algún horizonte nuevo pero en realidad no llegaba a ninguna parte. Resueltas las diferencias con una interrupción temporal de la convivencia, que diríamos en terminología borbónica, Let’s rock resulta ser todo lo contrario que su predecedor: luminoso, amable, divertido, variado. Un caramelo para escuchar tan alto como lo tolere el vecindario en cualquiera de estas tardes estivales. Pero el noveno trabajo del tándem de Ohio resulta también equívoco desde el mismo título, sobre todo porque nunca hubo menos densidad de rock, o al menos de rock salpicado de blues y garaje, como en esta entrega. Si algún oyente estaba esperando algún trallazo de guitarras saturadas, a la manera de Lonely boyHowlin’ for you Gold on the ceiling, deberá asumir cuanto antes que ya no van por ahí los tiros. En realidad, es divertido pensar en Let’s rock como un álbum tan inspirado en los años setenta que por momentos parece un homenaje a Fleetwood Mac en sus diversas etapas. Las sospechas parten de Tell me lies, que comparte título con una célebre pieza de Christine McVie pero más bien podría pertenecer a los años de transición, los de Bob Welch y Danny Kirwan. Y el juego de los paralelismos resulta aún más divertido si pensamos en Every little thing como un tema de los primeros Mac, los de Peter Green, y en Walk across the water como un medio tiempo que en muchos pasajes parece rubricado por Lindsey Buckingham. Dentro de ese pastiche maravilloso en que termina convirtiéndose Let’s rock, resulta que Get yourself together cabalga como Clapton en Lay down Sally; pero aún es más inesperado, y memorable, reparar en que Sit around and miss you constituye un homenaje con todas las letras a Stealers’ Wheel. Y así, sucede que los 12 temas del disco transcurren en un suspiro, a razón de tres minutitos de media por corte, un poco como ya sucedía con Waiting on a song, la deliciosa excursión solista de Auerbach hace un par de temporadas. Aquello miraba más al soul y esto al soft-rock, pero parece evidente que, tras las cuitas, Dan es ahora más que nunca quien lleva la voz cantante.

 

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