Hay muchos motivos para el asombro con The Black Lips. Por lo pronto, sus logros numéricos: ahí donde los vemos, con su aire de gamberros prácticamente intacto, acumulan cerca de dos décadas de trayectoria y se nos presentan ya con el noveno álbum de la colección. Cualquier otra banda sonaría en sus circunstancias más asentada o madura. Ellos son espléndidos, pero consiguen parecer unos bandarras: esos malotes de barrio que resultan irresistibles en las fiestas por más que no puedan evitar que se les escapen las palabrotas por docenas. Los de Atlanta nacieron como una formación de punk y garaje, cruda y asilvestrada, de sonido rampante, tosco, acelerado y rompedor. En España hicieron cierta fortuna a la altura de su sexto disco, Arabia mountain (2011), donde tanteaban la difícil fórmula de refinarse sin perder la agresividad primigenia. Pero In a world…supone una inmersión fabulosa en los territorios del country agreste, una reconversión (o reinvención) que seguramente supere las mejores expectativas y doblegue los recelos de los más escépticos. Nuestros queridos Labios Negros no incurren en tópicos de vaqueros y barras de bar, y de hecho mantienen un importante gusto por la sorna, la burla y la pluma afilada. Pero suenan como no imaginábamos que nadie volviera a hacerlo desde, digamos, los primeros discos de Green on Red. Hooker Jon es una apertura chulesca, épica y adictiva, igual que Rumbler o el primer sencillo, Gentleman. Son 12 canciones arrastradas, vitamínicas, de gesto altivo y guitarras burbujeantes. Con sus dosis de steel guitar, claro, pero sin vicios arquetípicos. “Vive rápido y muere despacio”, proclaman en el último capítulo de la entrega, y parece un encantador resumen de una actitud vital. De una filosofía de lo cotidiano que acaba convirtiéndose en una fórmula feliz. La de la música sin maquillajes, la de los sibaritas de ciudad a los que no les importa que asome su deje más pueblerino.