Accelerator es uno de esos discos que no figurará en ninguna clasificación de los mejores de nada, pero que tampoco podrás apartar en una buena temporada del reproductor. No parece mal balance, puestos a sopesar pros y contras. Este dúo recién nacido de jovencitos afincados en la Costa Oeste acaba de aterrizar en la escena y luce el aspecto aniñado de quienes podrían estar interesadísimos en asaltar las listas de trap y ritmos urbanos. Pero, en su fuero interno, les encantaría que viviésemos en 1980 y que el mismísimo Prince les designara como ayudantes para las sesiones de Dirty mind.
Advertencia solemne: lo harían muy bien.
Hay un momento, de hecho, en que creemos revivir la efervescencia de When you were mine, una de las canciones más endemoniadamente pegadizas y adorables de aquel primer Prince. Acontece con Saturday’s child, uno de esos temas perfectos en los que zambullirse, bailotear y dejarse envolver con unos teclados que son un juguete encantador. Pero esa sensación de vitalidad pletórica ya nos la ha proporcionado de partida el tema central, Accelerator, mientras que la versión a medio tiempo de esta misma euforia desprejuiciada la formulan pequeñas perlas como The flame.
El ejercicio de nostalgia imaginada corre a cargo de Duncan Troast (teclados) y el bajista Nick Corson, dos chavales que coincidieron en las aulas universitarias de Nueva Orleáns y se coaligaron como pareja de baile ojalá que bien duradera. No son novedosos porque es demasiado evidente su empeño en no serlo. Incluso en el caso de ★, y más allá de la audacia de titular una pieza con un símbolo (quizá la única pincelada novosecular de toda la entrega), las alusiones al Prince baladista se intercalan con un aire de nuevos románticos que habrían aprobado sin fisuras los Spandau Ballet en tiempos de True.
No busquemos aquí, en definitiva, la gran revolución reinventiva de la temporada. Al contrario: démosle una alegría en la próxima fiesta al hermano mayor, incluso a ese tío con complejo de Peter Pan que siempre termina figurando entre los integrantes de las mejores familias. Hay bajos guasones (True fascination), pinceladas de saxo, guiños a la new wave. Son 42 minutos para emprender un viaje hasta 1981: una invitación muy difícil de rechazar.