Hay quien sitúa este The soft bulletin entre los discos más importantes de todos los tiempos, o como mínimo de su década. Puede ser una exageración, pero no un disparate. Los chicos de Oklahoma no eran precisamente unos recién llegados, y en su historial se contabilizaban ya unos cuantos capítulos de relevancia, pero su aventura finisecular se erige en algo muy parecido al Pet sounds de la generación X, uno de los viajes sonoros más alucinantes concebidos por el ser humano para despedirse del calendario encabezado por la unidad de millar.
The soft… es complejo, pero accesible; laberíntico, pero adictivo; psicodélico, pero también planeante. Y rutilante, claro. Se concibió durante casi año y medio de encierro y en él no dejan de suceder cosas. Incluso un despliegue de orquesta y voces corales para The gash. Todo es difícil de concebir, describir y encapsular, porque escapa a los parámetros al uso. Empezando por la voz de Wayne Coyne, claro, que tiene algo de Neil Young en esa vulnerabilidad desarmante, ese aire frágil, casi desafinado, pero irresistible. Hay que abrazarle. O eso piensas hasta que, de pronto, caes en la cuenta de que es él quien ya te tiene abrazado a ti.
En ese juego permanente de las conjunciones adversativas, The soft bulletin es un álbum sin estribillos, pero contagioso. No sabes nunca por dónde vienen los tiros, pero aceptas convertirte en su diana. Lo podemos considerar psicodélico, o quizá no mucho, porque lo suyo es un mundo aparte. Race for the prize servía de apertura enérgica, catártica, aunque nadie podría utilizarla para silbar. The spark that bled dura seis minutos, que tampoco son tantos, pero se erige en una especie de suite con la que no sabemos si el calendario señala 1999 o 1969. Waitin’ for a superman también podría asemejarse a lo que tradicionalmente se entendía como single…, pero no mucho. Y luego están, claro, Suddenly everything has changed y Feeling yourself disintegrate. La primera, meditabunda y orquestal, entre Brian Wilson y The High Llamas. La segunda, tan sentida y profunda que solo deja la opción de resquebrajarse.
pd.- En 2021 ha visto la luz un complemento sabrosísimo, The soft bulletin companion, una hora de grabaciones adicionales con tomas alternativas, descartes y algunas versiones en estéreo de piezas del monumental Zaireeka, el álbum anterior. Puede verse como un capricho para seguidores empedernidos, pero es más bien el certificado de una banda en estado de gracia. Entre abril de 1997 y febrero de 1999 no dejaron de suceder cosas en el cuartel general de Cassadaga, Nueva York. Este es un refrendo de que aquello fue algo muy serio.