De no ser porque la fecha consta de manera inequívoca en la contraportada y porque el disco compacto es un invento de los años ochenta, nada nos impediría imaginar, a partir de estas gozosas, chirriantes y grasientas 13 canciones, que hemos regresado a aquel mágico punto de confluencia entre los estertores de la fértil década de los sesenta y el crudo y crepitante amanecer setentero. En esas coordenadas se sitúan estos bulliciosos, guitarreros y absolutamente hedonistas y disfrutables The Nude Party, un sexteto divertido y travieso incluso para su partida de nacimiento: con tipos tan cálidos y empáticos, bien merecería la pena orillar el pudor y embarcarse en travesuras como la de una fiesta con todos sus participantes en pelota picada (o casi).

 

Así es la capacidad de seducción de esta banda deliciosamente anacrónica, una anomalía intencionada (y bienintencionada) con la que reivindicar las discotecas de vinilo de los padres y olvidarse de aquellas evoluciones más forzadas y falsarias en el ecosistema sónico del nuevo siglo. Ya desde Word gets around nos vemos envueltos en un universo analógico y vintage, en una producción que evoca amplificadores de válvulas y se afianza a partir de guitarras ásperas y rocosas, a veces más cercanas a T-Rex (Hard times all around) y otras, propias de un grupo que acumula muchas horas de ensayo en pleno garaje (Hey Monet).

 

Todo ese gusto por lo retro se prolonga a lo largo de estos tres cuartos de hora toscos, crepitantes y pletóricos de ilusión revitalizadora, con teclados y armónicas en la onda del honky tonk (Polly Anne, Somebody tryin’ to hoodoo me) y voces arrastradas como siempre enseñó a sus huestes el amigo Lou Reed. Pero no son las únicas evocaciones clásicas que nos vienen a la cabeza. La interpelación al universo stoniano es una constante en todo el álbum, con Cherry red boots o Tree of love remedando los tiempos de This could be the last time y Ride on convertido en el gran himno de 2023 para transitar por carreteras polvorientas de la red secundaria. Y todo ello, claro, a cargo de unos chavales que podrían ser nietos de Jagger y Richards.

 

Han hecho bien los Party en prescindir del modelo de productores ajenos (Oakley Munson, de Black Lips, había tutelado los dos trabajos previos) para encerrarse largos meses en su granero al norte del estado de Nueva York y enchufar los amplificadores sin grandes planes preconcebidos. Es normal que suenen hasta cinco canciones de los chicos en la serie de Netflix Outer banks, o que a Jack White se le hayan puesto los dientes largos y los contratase como teloneros: acabarán trabajando juntos, como buenas almas gemelas que son. Mientras tanto, descamisémonos y disfrutemos de una sesión de rock sudoroso, mugriento y absolutamente desinhibido. Era lo mínimo que nos pedía el cuerpo.

4 Replies to “The Nude Party: “Rides on” (2023)”

  1. Totalmente de acuerdo, el mejor disco de lo que va del 2023. Sonidos que provienen de un exilio lisérgico en la Costa Azul. Me recuerdan a los últimos discos de Twin Peaks, chavales que también sonaban a los Black Lips pero que ahora suenan a los Stones.

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