Con Mike Scott nos hemos acabado habituando a que con él no podemos acostumbrarnos a nada. Al principio su impredecibilidad podía propiciar desasosiego, pero quizá ahora forme parte de su encanto. Llegados a su elepé número 15, por ejemplo, podemos sacar conclusiones como que hace bien comenzando a cantar no más allá del segundo 9 de All souls hill, el tema inaugural y titular, porque nadie asociaría con The Waterboys el sonido robótico y programado de ese tema. Es más: parece concebido como si fuera una pieza rescatada de los años ochenta y cuyo sonido hubiese envejecido solo regular.
Los guiños a la electrónica y la producción de nueva generación son una de las constantes más características –y desconcertantes– de todo el trabajo. Ya había coqueteado con ese universo en los recientes Where the action is (2019) y Good luck, seeker (2020), pero la apuesta ahora es más descarada. Así, Here we go again presenta un bullicio abiertamente callejero y The liar, una diatriba demoledora contra Trump y demás adalides de la mentira impúdica parece en su concepción sonora una remezcla para clubes de The White Stripes. Detrás de muchos de estos experimentos figura el nombre del productor Simon Dine, el mismo que sacudió hace 10 años los cimientos de Paul Weller con el osado Sonik kicks, y que aquí ha aportado abundantes ambientes instrumentales para que Scott se inspirase y jugueteara con ellos.
Esa trepidación sonora da muy buenos resultados en la palpitante Blackberry girl, aunque nos deja bastante más aplatanados en el caso de The souther moon. Así que no es hasta el quinto corte, el sedoso y elegantísimo Hollywood blues (con solo de saxo incorporado), que reconocemos a los Waterboys más quintaesenciales. Pocas ocasiones más habrá de disfrutarlos bajo esos parámetros. In my dreams es una oda musical con la que Mike reedita su creciente pasión por el recitado o spoken word, mientras que otra habilidad recurrente, la de las grandes versiones, aflora con Once were brothers, el sensacional homenaje de Robbie Robertson a sus viejos amigos de The Band. Pero hasta con la elección del repertorio ajeno nos juega nuestro amigo escocés al desconcierto: el original era tan íntimo y personal que no parecía la pieza más propicia para recaer en otras manos.
Cosas de Scott, en todo caso. Hiperactivo y eterno curioso a sus 63 años. Y que no pierda ese espíritu nunca, aunque a veces nos lleve un rato procesar su paso cambiado.
Ni olvidandote ni aunque no supieras que esta canción es The Waterboys, el tema me queda insustancial, el cambio sí es bueno valdría, pero en este caso deja mucho q desear.