No es nada sencillo asomarse a un cerebro tan impredecible, laberíntico e inexpugnable como el de Van Morrison, genio y figura desde la adolescencia, hombre temperamental y capaz, como todos los grandes creadores de la historia, de sembrar el desconcierto con sus decisiones. Por eso no nos atrevemos a formular una hipótesis definitiva sobre la extraordinaria hiperactividad discográfica que le afecta desde que el excelente Keep me singing sirviera en 2016 como preámbulo de una catarata insólita de lanzamientos, del que este Latest record project se erige ya desde su propio subtítulo (Volume 1) en solo un penúltimo episodio.
Sea arrebato de genio o inspiración, ansias por combatir la escasez de margen vital en el invierno de la vida o anhelo de mejorar unas finanzas que imaginamos razonablemente saneadas, lo cierto es que nuestro hombre nos hace hoy mismo entrega de su séptimo álbum en menos de cinco años. Y por si no nos habíamos enterado de que se encuentra en plena fase estajanovista, la apuesta multiplica esta vez todas las expectativas: disco doble y extensísimo, 28 canciones rigurosamente inéditas, dos horas y cuarto de música nueva. Ahí queda eso.
Lo primero, una obviedad. El de Belfast cumplió 75 años el pasado 31 de agosto y lleva casi seis décadas consagrado al soul, blues, r&b, la tradición irlandesa, el celtic soul y demás formulaciones esenciales, así que no va a ser a estas alturas cuando nos sobresalte con un gran giro de guion. Latest record project es lo que esperamos de él: un buen, un gran disco de Van Morrison. Predecible, para lo bueno y también para lo malo. Pero en la parte más alta de la clasificación, si nos circunscribimos a la producción reciente.
Roll with the punches (2017), Versatile (2017), You’re driving me crazy (2018) y The prophet speaks (2018) eran divertimentos en mayor o menor grado, discos de versiones para rendir tributo a debilidades añejas, salpicados de algún que otro estreno de su puño y letra y nuevas lecturas de viejos clásicos propios. Pero Latest… forma parte de otro grupo, el que, con Keep me singing y el sensacional Three chords and the truth (2019), apostaba plenamente por el material de estreno. Y es el mejor Morrison que escuchamos desde los ya no tan cercanos Days like this (1995) y The healing game (1997), sus títulos más disfrutables y divulgados al final del siglo XX.
Latest record project nace, como todo en el León, de un arrebato. En este caso, el de reflexionar sobre el extenso camino andado y llegar a la conclusión de que, tras más de medio millar de canciones publicadas, solo se escuchan “las ocho o diez de siempre”. Morrison protesta contra todo, también contra sus propios grandes éxitos. Ninguno de estos 28 títulos engrosará esa lista de clásicos, seguramente. Pero algunos son sencillamente fabulosos, en especial en el segundo cedé, donde asistimos a una racha fantástica y consecutiva con Love should come with a warning (el entrañable primer sencillo), las aceleradas Breaking the spell y Up County down y la contemplativa Duper’s delight, en esa dinámica absorta y reiterativa que caracterizaba álbumes clásicos como Veedon fleece o Common one. Tampoco le va a la zaga My time after a while, con sus aires de grandes coros femeninos a la manera de Ray Charles, y hasta algún aullido de nuestro protagonista, que sigue estupendo de voz pero, claro, no como si anduviera de gira con la Caledonian Soul Orchestra allá por 1972. En fin, pocas bromas.
No son los únicos ejemplos de excelencia, desde luego. Al principio del álbum, la sosegada Psychoanalysts’ ball y la intensísima Tried to do the right thing disparan todos los medidores. El primer CD se ve algo lastrado por la concatenación de hasta cinco blues demasiado convencionales, desde The long con a It hurts me too, del mismo modo que sorprende la elección de Only a song como adelanto: es una canción plana, sin chicha ni pellizco, demasiado ajustada a su propio título romo. Pero las objeciones son mínimas, sobre todo porque el segundo disco es lo mejor que le escuchamos a este hombre desde tiempo inmemorial.
He’s not the kingpin es tan boyante en la parte rítmica como un clásico de Santana. E incluso cuando llega el momento de ponerse gruñones, Van The Man no resulta involuntariamente autoparódico sino excepcional: escuchen The own the media y, sobre todo, Why are you on Facebook? (sí, han leído bien el título), y acabarán por convencerse.
Como viene sucediendo desde el fatídico “Days like this”, la cosa va más de cantidad que de calidad.
Aún así, con la producción exquisita marca de la casa, sigue estando muy por encima de la triste media musical con la que nos encontramos habitualmente.
Con todo, no pierdo la esperanza de que el otrora fiero león de Belfast deje de ser el lindo gatito de los últimos más de 20 años…
¡Salud!