El paréntesis de la pandemia fue tan prolongado y devastador, desde una perspectiva física pero también anímica, que acontecimientos de indudable relevancia pasaron durante aquellos años inadvertidos de manera incomprensible. Sirve como buen ejemplo la pérdida, el 13 de agosto de 2021 y con solo 68 años, de la inmensa cantante y compositora Nanci Caroline Griffith, una mujer de talento tan inmenso como pudorosa y renuente a la exposición pública; discreta y humilde incluso a la hora de morirse, un deceso veraniego por parte de una artista que ya llevaba casi una década apartada de los focos sin que hubiese mediado explicación ni aviso oficial de retirada.
A Griffith no le hicimos una mínima justicia a la hora del más elemental homenaje postrero, así que al menos procede reivindicarla ahora, aunque sea con dos años de tardanza, a través de ese cancionero tan valioso como minusvalorado. El mayor de los capitales de una mujer de eclosión tardía y humildad tan enraizada que podía pasar por solo una más en el ecosistema musical de Nashville, aunque habría de figurar, con mucho, entre las firmas de mayor cualificación.
Este trabajo colectivo con 14 participantes refrenda la valía inmensa de la cantautora texana desde al menos dos perspectivas: su capacidad para trascender fronteras y, más aún, la validez intergeneracional de sus postulados. Porque Griffith nunca fue una creadora aferrada a las tradiciones ni las sacrosantas esencias del country o el Medio Oeste, como ya comprendería cualquiera que se acercase a uno de sus títulos paradigmáticos, Trouble in the fields, a partir de la lectura bellísima que firmara en su momento la irlandesa Maura O’Connell. O quien ahora descubra el festival de gaitas irlandesas que escolta a Steve Earle para su recreación de It’s a hard life wherever you go, otro de los originales ineludibles de la Griffth.
En cuanto al carácter atemporal de este legado, no hay más que repasar la nómina ahora reunida. Porque en ella confluyen sus primeras y mejores influencias, los compañeros más ilustres de generación y unos cuantos de los muchos que han bebido de su caudalosa fuente de sabiduría.
El propio Earle formaría parte de los coetáneos, como Iris DeMent, Lyle Lovett o la principal instigadora de esta recopilación, Mary Gauthier, que demuestra devoción pese a que el tópico le atribuiría un perfil mucho más díscolo, turbulento y agrio que el de la dulce y bondadosa Nanci. Pero esta desaparecida gran dama pudiera haber dejado acaso más profunda aún si tuviera más interés por exponerse en lugar de resguardarse en un perenne y discretísimo segundo plano. La presencia en More than a whisper de Emmylou Harris y John Prine –otra de las pérdidas en estos años nefastos– demuestra que hablamos de la mismísima aristocracia de la canción yanqui.
En la generación intermedia que eclosionó durante los noventa, Shawn Colvin deslumbra con su acercamiento a Outbound plane, mientras que los jovenzanos, aquellos que podrían ser hijos biológicos de Nanci y sin duda lo son desde una dimensión estética, deslumbran como mínimo en los casos de Aaron Lee Tasjan (Late night Grande hotel) y del tándem Billy Strings / Molly Turtle, adorable con ese Listen to the radio que también figura entre las páginas inmortales de su firmante. Y así, hasta el epílogo de From a distance desde el filtro góspel de The War and Treaty; la única canción de las 14 que no es original de Griffith, sino popularizada por ella. Otro ejemplo más de generosidad por parte de una creadora mucho más sustancial de los que muchos aún se piensan.
Vaya descubrimiento que acabo de hacer Fernando. No la conocía. Me apasiona! Y qué penita que se fuese tan joven. Gracias una vez más por acercarnos siempre la buena música.
¡Gracias a ti por el entusiasmo y el interés, Carlos!