Los integrantes de Varry Brava nunca han sido precisamente unos chicos retraídos o timoratos, pero su desparpajo natural supera aquí las más altas cotas hasta ahora conocidas. Hortera hace honor a su título y envoltorio, es un estallido de petardeo, desinhibición y colores chillones, pretende (y a menudo consigue) entretener a partir de sonidos y mensajes directísimos y recupera con legitimidad y orgullo el espíritu del pop más liviano: con independencia de que el mundo sea una mierda, y en 2020 hay más motivos que nunca para avalar semejante tesis, hemos venido aquí a echar un rato divertido. Pues bien, estas 10 canciones se postulan como banda sonora idónea para esa feliz inmersión en el hedonismo.

 

Renuncian explícitamente Óscar Ferrer, Vicente Illescas y Aarón Sáez a sumergirnos en dialécticas sesudas. Doctores tiene la Iglesia de los Atormentados, habrán colegido. Hortera es, muy al contrario, un encendido elogio de la banalidad, un menú de comida rápida que se engulle sin complejos. Vamos ya por el quinto álbum, así que los murcianos no van a hacerse ahora amigos de las falsas apariencias. Mucho mejor evidenciar que el pop chisporroteante de Mika no falla en ninguna de sus fiestas (Mi mejor momento). O que Tino Casal (Ritos exóticos) sería el padrino soñado para cualquiera de sus bodas.

 

Igual que el sudaca o el marica se encara al pretendido insulto y lo enarbola con orgullo como seña de identidad, nuestro tridente huertano del despiporre asume su condición hortera, alardea de ella, recrudece las dosis de purpurina y pachulí y hasta intenta convencernos de que el reggaetón (Loco) no es una cosa tan grave. Para enfrentarse a Hortera resulta fundamental, ante todo, la actitud. O la predisposición: lo mejor de estos 33 minutos de synth pop es que nos demandan que no los tomemos –ni nos tomemos– demasiado en serio.

 

Limitemos la exposición a este catálogo de tópicos kitsch, porque no todo en la vida sucede “Cuando calienta el sol” (sí, ese es, literalmente, uno de los referentes ideológicos de la entrega). Y porque los chistes, si son reiterados, terminan por fatigar. Pero admitamos que un ratito con los Brava tiene su gracia.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *