Allá por 2012, cuando debutó en formato LP con Conversaciones con Demian, Willy Naves era un agradable cantautor de folk-pop cuyo nombre convenía memorizar cautelarmente. Siete años después, esta segunda entrega es, más que prolongación, refrendo. También reinicio, como insinúa el que este asturiano de 33 años haya optado por la denominación homónima para diez canciones que le colocan definitivamente en nuestros disparaderos. Naves ha afilado el sonido, siempre dentro de su gusto por las guitarras exquisitas (se notan los 14 años de Conservatorio), y se ha puesto en manos de un productor versátil e incontestable como Charlie Bautista para afinar el tiro. No hay tanta crónica generacional aquí como debilidades personales, confesión en primera persona: desde el amor por los espacios naturales norteños (Verzasca, Mont Saint-Michel) a los ecos de la gran ciudad que ahora le acoge (Peñuelas) o la fascinación por el ciclismo en Alpe d’Huez, tema de apertura cuyos dos minutos de coda instrumental, cada vez más cálidos e intensos, son extraordinarios. Willy acierta con un primer sencillo muy adictivo, Superhéroes, que desemboca en estribillo eufórico y hasta en un delicioso ‘riff’ central de guitarras; incluso le ha proporcionado un videoclip en plano secuencia de excelencia infrecuente en nuestro panorama. Pero el tono general es más contenido y apegado a los tiempos medios, algunos sobresalientes (M&T). Personaje bien querido en la vida cultural madrileña como director de la sala Costello, Naves acierta con un disco muy personal, de belleza más creciente que inmediata y sin apenas parecidos en nuestra escena (más allá de Jacobo Serra, si acaso, con el que hasta comparte un título: La brecha). Pueden pulirse detalles de las letras y sus acentuaciones, pero entran muchas ganas de escuchar ya este trabajo en vivo.