A Wim Mertens le entra la risa, espontánea y traviesa, cuando se le pregunta si conoce con exactitud el número de álbumes que ha publicado hasta la fecha. “Mis colaboradores cercanos hablan de entre 70 y 75, así que supongo que estarán en lo cierto”, bromea el compositor natural del pueblito belga de Neerpelt. El suyo es un caso de fecundidad artística sin parangón en la música contemporánea del último medio siglo, un ejemplo de talento estajanovista que no deja de sumar acólitos desde aquellos trabajos seminales (Struggle For Pleasure, Maximizing The Audience…) con los que se erigió en referente de la música minimalista durante los años ochenta. Lo llamativo del caso es que esa abrumadora producción fonográfica, que nos permitiría escuchar sus composiciones a lo largo de tres días consecutivos (sin descanso para dormir), puede que sea mucho más apabullante aún, como descubriremos después. Y que el alumbramiento de un nuevo elepé –en su caso, un evento casi rutinario– le sigue provocando un entusiasmo incontenible y más propio de un autor primerizo.

 

Con 71 años recién cumplidos, Ranges of Robustness representa el disco número 75 (o así) de su currículo. Y nada que ver con el halo distante y solemne que envuelve a otros compositores del gremio, desde el sesudo Philip Glass al displicente Michael Nyman. Wim anima aquí a “reír como parte de la vida”; avisa de que el tema de apertura del nuevo elepé, el endiablado Betont, “es una especie de chiste belga disonante”, y se enorgullece del parecido de su nombre de pila con el término inglés “whimsical” (“caprichoso”), una especie de guiño del destino. “Supongo que soy una persona tan poco predecible como mi música, que siempre ha girado en torno a las ideas del divertimento y el caos”, resume.

 

Los fogonazos que acabaron dando forma a su nueva obra eran, como de costumbre, “pequeñas ideas de tres o cuatro compases”, pero cuando los analizó en su conjunto descubrió que encerraban un juego de contrastes: algunas transmitían un sosiego casi bucólico, otras parecían virulentas sacudidas. Mertens acabó hilvanando con ellas un discurso sin palabras, pero casi sociopolítico, sobre este mundo convulso y paradójico que nos seduce y aturde al tiempo. De ahí también que haya recurrido a una formación cuasi-sinfónica de 21 músicos, la más abultada en toda su obra. Entre los instrumentos figuran algunas guitarras eléctricas “bastante crudas”, alerta el belga, e incluso distorsionadas, en el caso de Polytics. ¿Una señal de desasosiego? Quizás. “Pero la incertidumbre es, desde el punto de vista del compositor, un ingrediente muy interesante”, argumenta el interesado.

 

El compromiso del creador con la simbología –a falta de palabras, nada tan poderoso como las connotaciones– se extiende a la portada misma del álbum, un árbol de tronco fino y arqueado que resiste en soledad sobre un suelo arenoso. El propio Mertens lo descubrió a apenas 50 metros del mar en pleno Canal de la Mancha, y desde hace una década acude sin falta a fotografiarlo a lo largo de las cuatro estaciones. El arbolito ha desarrollado metros y metros de nuevas raíces entre las dunas para sobrevivir, así que pone en bandeja la metáfora: raíces como metáfora de esperanza en el ser humano. Justo cuando más hemos de luchar para no perder del todo la estabilidad mental y física.

 

Entre los episodios más conmovedores de personas batalladoras, Wim Mertens cita a la poeta rusa Marina Tsvietáieva, mujer de vida novelesca y obra emocionantísima que, represaliada por el estalinismo y tras perder a un hijo por inanición, acabaría quitándose la vida en 1941, a los 49 años. Sobre ella versa una suite de tres movimientos y casi ocho minutos, Marina’s music, que ha madurado durante “15 o 20 años” tras leer “docenas” de libros en torno a la escritora, y que considera una de las piezas más importantes de toda su producción. Profunda, pero al tiempo accesible.

 

Un hombre capaz de acudir a fotografiar durante años un árbol humildísimo es un curioso insaciable que acabará traduciendo todos esos pálpitos en nuevas partituras. Y sí, Mertens ha terminado desvelando que dispone de música ya grabada, y aún pendiente de publicar, como para superar con creces ese listón de los 100 elepés. Que todos los males fueran estos.

 

Esta reseña aprovecha y adapta fragmentos de un artículo publicado en ‘Babelia’ (El País) en junio de 2024

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