En el espléndido y jacarandoso texto que les sirve como tarjeta de presentación (puede consultarse en la web www.soyjuno.com), María Zahara Gordillo y Marí Perarnau IV se apresuran a avisar de que _juno solo es _juno. Un proyecto colaborativo entre ambos, al 50 por ciento en prácticamente todas las funciones (voces, escrituras, concepto, instrumentación), y no una derivada ni de Zahara ni de Mucho. La acotación es pertinente, pero solo a medias verosímil. Porque BCN626, el tema inaugural y titular, constituye una prolongación musical muy evidente de Hoy la bestia cena en casa, aquel alegato lapidario contra el cinismo político, la altanería masculina y la gestación subrogada que le sirvió a Zahara como presentación de Astronauta, su rutilante disco de 2018.

 

Con la peculiaridad de que Hoy la cena… no era, ni de lejos, el título más representativo del repertorio de aquel álbum. Y de que era una canción compuesta mano a mano junto al propio Perarnau.

 

Ahora, _juno les permite matizar a los dos artistas aquel aparatoso envoltorio electropop, puesto que BCN626 es una obra mucho más de interior que de socialización: hay menos incitaciones a las pistas de baile y mayores cotas de intimidad (en las habitaciones de los hoteles, por ejemplo). Y les abre la puerta a indagar en la enrevesada estructura de aquel tema, que procuraba zafarse de la morfología convencional de estrofas y estribillos para erigirse casi en una letanía pop. De hecho, surge una cierta vocación de experimento en todo este lote, una apuesta por la creación alternativa que se ha querido acentuar con el mutismo utilizado durante la gestación del proyecto: nada de notas de prensa, sencillos de adelanto, selfis en redes sociales ni declaraciones rimbombantes. Nada de nada: _juno ha conseguido nacer como el secreto mejor guardado de nuestro pop durante este último año.

 

El catálogo resultante es fruto de tres meses de estancias –entre septiembre y noviembre de 2019– en La Casa Murada, la mágica masía tarraconense reconvertida en estudio que está sirviendo como germen para algunos de nuestros más singulares discos del último quinquenio. Es importante resaltarlo porque, sin los créditos de grabación delante de nuestros ojos, podríamos pensar en BCN626 como un hijo del confinamiento. Hay esa complicidad íntima entre ambos artífices que remite, por ejemplo, a los intercambios de mensajes entre Jens Lekman y Annika Norlin que fructificaron en su reciente Correspondence. Y hay, sobre todo, una sensualidad tórrida y a la vez poética; una incitación al amor, pero también a la carnalidad y el deseo, que nunca encalla en lo evidente ni mucho menos en lo rampante.

 

Así, desde la química compenetrada, se ha terminado fraguando este experimento mucho más vinculante que circunstancial. Electrónica y teclados analógicos para un escenario voluptuoso, táctil y siempre sugerido. Como los estribillos, que aparecen casi siempre a contraluz, huyendo del tarareo y las evidencias. Hay deseo casi opresivo en El infinitoHe visto cosas que solo tú has visto, ejemplos palmarios de que Zahara y Martí se sobran y se bastan.

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