El ascendente de El Kanka es tan poderoso y deslumbrante desde hace unos años en los territorios de la canción de autor que su fulgor difumina el brillo de otras firmas próximas, afines y hasta hermanas. Puede ser el caso del granadino El Jose y, aún más claro, le sucede a Álvaro Ruiz, guitarrista y brazo derecho del malagueño desde hace casi una década, cantante encantador y autor sencillamente extraordinario, como corrobora un álbum, La llorería, que sería imperdonable pasar por alto.

 

A Ruiz, sevillano de encanto fulminante, ya le habíamos cogido cariño con Ritmo y compás (2017) y aún más con El vuelo del abejaruco (2019), pero ahora culmina esa línea ascendente en el triplete con un trabajo brillantísimo, adictivo, variado en todas y cada una de sus 11 escalas, ingenioso en sus hallazgos líricos, bien arropado porque los amigos del gremio son legión y asoman aquí y allá en un nutrido listado de colaboraciones. Es imposible aburrirse con Alvarito, que tiene una visión camaleónica de la canción muy a la manera de lo que siempre le ha sucedido a su jefe, Juan Gómez Canca: tiene interiorizadas las formas y los compases de las dos orillas del Atlántico, y recurre a unas u otras con una naturalidad apabullante.

 

Las formulaciones más andaluzas afloran con la rumba de Castillos de fina arena (junto a Dave Zulueta) y la aflamencada y preciosa Dentro de esta cabeza, que ya suena inspirada por el gran Javier Ruibal... cuando descubrimos que el gaditano es justo el invitado especial, además de unos preciosos arreglos para cuerda. El Kanka tenía que hacer acto de presencia, claro, y escoge ese bolerazo impepinable que es Noviembre. Y aún nos falta por mencionar a Vic Mirallas, que adereza el neosoul de La jarrita del tiempo, una pieza sabrosísima y muy guasona en su formulación pandémica de la pasión amatoria (“que el salvoconducto lo llevo por dentro”), el tipo de composición con el que nos tomaríamos mucho más en serio a C. Tangana. De la misma manera, puestos a elucubrar, que Tu risa revitalizaría el cancionero de Alejandro Sanz.

 

Una vez emprendido el salto a la orilla americana hay que fijarse en el arrebato salsero de La ventana, el tema donde se menciona con insistencia esa “llorería” jergal que titula este trabajo y que popularizó este mismo año Rayden (Calle de la llorería). Rara habilidad recuerda a un Juan Perro en versión dulce y ahonda en la escritura en décimas, esa estrofa poética que causa estragos ahora mismo entre cantautores y repentistas. Y, puestos a continuar con el juego de los guiños y las influencias, Leña y carne encontraría acomodo inmediato entre los mejores títulos de Jorge Drexler.

 

Como en todo disco luminoso y bañado por el buen humor, y La llorería sin duda lo es, no podía faltar una pieza guiada por el ukelele. Ahí encontramos Viejas costumbres, con su onda jamaicana invocando la sonrisa. Es todo tan redondo y está rematado de manera tan intachable que solo queda arrimar el oído. Álvaro siempre fue un lugarteniente brillante, pero ha llegado el momento de que ejerza también, con todos los honores, como jefe de filas.

 

 

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