Los discos de Black Midi nunca figurarán en las estanterías del easy listening, y desde luego este fabuloso, hiperbólico y furibundo Hellfire, tercera entrega de la saga, que ya es desafiante desde su propio título, tampoco servirá como excepción. Pero aunque nos devoren las mismísimas llamas del infierno, hay aquí, en estos tres cuartos de hora –afilados y contundentes como un gran bloque de hormigón–, algunas concesiones líricas que este soberbio cuarteto londinense no se había permitido hasta ahora en sus dos entregas previas, las ya suficientemente impactantes Schlagenheim (2019) y la aún bien reciente Cavalcade (2021).

 

El oyente debe ponerse en situación de receptividad e ir a por todas, porque le espera una sacudida sonora tan severa como un tornado. Nadie ha sabido interiorizar como Geordie Gripp y su cuadrilla las enseñanzas de los King Crimson más inapelables, aquellos que nos enseñaron en los tiempos de Discipline que se podía emocionar hasta el temblor con un cantante desafiante y propenso a vociferar. Esas enseñanzas están presentes durante los cuatro primeros cortes, entre ellos el tándem salvaje que integran la desoladora Eat men eat y la muy elocuente Welcome to hell. Pero de pronto irrumpen los seis minutos prodigiosos de Still, en los que nos encontramos un remanso acústico inusitado, una voz tenue y perezosa, un órgano Hammond y un regimiento de cuerdas y metales, y no podemos salir de nuestro asombro. Es una pieza lírica y, a la par, bellísima.

 

Still no solo es una conmoción, sino una bisectriz. Parte el álbum en dos mitades, y los propios músicos lo acentúan con un breve interludio, Halftime, de apenas medio minuto. A partir de ese momento, The race is about to begin recupera la furia y el sobresalto del kingcrimsonismo, pero los bruscos cambios de dinámica y su carácter teatral se acercan más al temperamento escénico de los Genesis de Peter Gabriel. Es la fase más impredecible (sí, más aún) de la entrega, que incluso se aproxima en The defence al universo crooner, como si a la banda se le hubieran colado Burt Bacharach y Frank Sinatra en sus listas de escucha. Black Midi ya habían demostrado ser muy brillantes, pero Hellfire los hace, definitivamente, deseables y fascinantes.

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