Cala Vento han conseguido que pasemos de la curiosidad a la expectación a la hora de abrazar una nueva entrega discográfica. El punto de inflexión lo representó, sin duda, Balanceo (2019), el álbum del estirón y la autoestima, el de la manta a la cabeza. Casa linda refrenda esa línea ascendente: sirve para cantar a voz en cuello y refrenda a Joan Delgado (voz y batería) y Aleix Turon (voz y guitarras) como acreditados portavoces mileniales, pero contiene también mensajes de calado y unas cuantas páginas que ignoran las indicaciones del GPS y se adentran por caminos que aún habían transitado bien poco.

 

Casa linda es el título de esta colección de 11 canciones, pero también del estudio de grabación de Turon y Delgado, que se erige así en microcosmos y refugio, en atmósfera propia y protectora, en la misma casilla de casa donde nos protegemos de las fichas más hostiles en los juegos de mesa. Y ese espíritu de superación doméstica frente a las tempestades exteriores anima esta entrega expeditiva, pletórica y, en última instancia, mucho más jovial que atormentada. De hecho, la canción que explicita de manera más evidente las ideas de compromiso, conciencia social e insatisfacción, Equilibrio, resulta poco convincente en su redacción más bien párvula. Justo lo contrario que el tono general del trabajo.

 

Porque Más que satisfechos marca la pauta –orgullosa, corajuda, pletórica– de un elepé en el que Joan y Aleix se explayan con sus estribillos de pura apoteosis y no ocultan su debilidad por ese punk melódico que, desde Blink-182 a Green Day, previsiblemente devorarían de pequeñajos. Y hay ejemplos muy logrados al respecto: Ferrari aporta juegos de palabras sabrosos y un hábil cambio de aires entre su parte más salvaje y la transición más arpegiada; Tu lugar es adrenalina pura con el pie hundido en el acelerador, pero aderezada con unos teclados lúdicos y una pequeña paradiña (“Deja de mirarte en el espejo…”); y 23 semanas –para la que bajan la velocidad solo un poco, y hasta renuncian brevemente a cantar al unísono– deriva en una insólita proclama geográfica: “Quiero 23 semanas en el pueblo más pequeño de Aragón”.

 

Eva Amaral se queda con la gran joya del lote, ese Teletecho (producido por Youth, como otros tres cortes más) que ya conocíamos del año pasado, trepidante y adictivo, imbatible en su dimensión coreable y euforizante. Y ¿Qué hay del placer? entronca con el desparpajo y soniquete de los madrileños-oscenses Camellos, con los que Aleix y Joan sin duda harían buenas migas. Y aún quedan las dos grandes sorpresas finales, el reposo a guitarra y voz de la preciosa Casa linda y el epílogo entrañable y adictivo de Conmigo, caramelo de synth pop (¡Cala Vento sin guitarras!) al que no le falta ni un divertido silbidito final. Tiempo habrá de nuevas exploraciones: ojalá el dúo siga compartiendo refugio y compañía una larga temporada más.

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *