Mucho ojo con cerrar las clasificaciones con lo mejor del año antes de tiempo. Este Refugios a cielo abierto asoma por 2022 ya casi sobre el toque de bocina, pero lo tiene todo, absolutamente todo para figurar entre las cosas más hermosas –e inesperadas– que le han sucedido a las músicas de raíz, y a la música popular sin más apellidos, a lo largo de esta temporada que se desvanece. Apenas había trascendido el trabajo de estos cuatro jóvenes burgaleses con su trabajo inaugural, Huella y camino (2020), que además vio la luz en aquellos terribles primeros compases de la pandemia, pero esta prolongación, fraguada a fuego lento durante dos años largos, es no ya ilusionante, sino deslumbrante. Insistimos: háganlos sonar en el salón, todo lo alto que puedan, antes de cometer el flagrante error de pensar que este año ya no daba más de sí.

 

Una parte no menor en la excelencia que han alcanzado el cantante Nacho Prada y sus compinches durante el último bienio habrá que atribuírsela, sospechamos, al pulso serio, minucioso, preciosista y finísimo de Diego Galaz (Fetén Fetén), otro burgalés inmenso, como productor y director musical del proyecto. De repente, El Nido siguen siendo cuatro pero hacen bueno su acogedor nombre y parecen multiplicarse felizmente ante nuestros oídos. Aquí encontramos canción de autoría propia, pero bajo el paraguas inspirador de la música folclórica y el calor inconfundible de esa escuadra de instrumentos acústicos infalibles, desde el violín a los buzukis y mandolinas, que tanto lustre aportan a las músicas de filiación terruñera. Son sonoridades compartidas en diversas geografías, desde el bluegrass a la órbita celta, pero que en la vieja Castilla también gozan de ascendente. Lo demostraron hace décadas Celtas Cortos, aunque fuera con trazo más grueso. Lo avalan los siete muchachos de La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La MODA), que también nacieron en el barrio del Gamonal y que han designado a estos hermanitos pequeños como teloneros. Y todo ello confluye ahora en estas 10 canciones afortunadísimas, casi siempre notables y a veces sencillamente soberbias, con las que se nos vuelven a agigantar las posibilidades folkies en la península y a difuminar las divisiones entre géneros.

 

¿Folk-rock con más guitarras acústicas que eléctricas? ¿Canción de autor con mucho violín? ¿Pop rural? Elijan la definición que encuentren más simpática, pero las composiciones de Prada, el guitarrista Rodrigo Antón, el violinista Álvaro Herreros y el batería Eneko Lecumberri conjugan ternura, emoción, empatía, originalidad en la estructura y simbiosis con ciertos ritmos tradicionales, especialmente los compases quebrados, como no soñábamos ni imaginábamos lejanamente. David Ruiz, el líder de La MODA, abunda en el perfil de mentor con la segunda voz para Ícaros, una de esas piezas euforizantes, autoayuda de la buena, que animan a porfiar si caer ni por asomo en la ñoñería. Les sucede lo mismo a SaltarAire, también en esa división de la música motivadora, pero no son los únicos episodios relevantes. Suéltame, una historia de despedidas con la aportación de Ariadna Rubio, de TéCanela, es aún capaz de sacar provecho a un muy hermoso dúo vocal chico-chica sin incurrir en tópicos trillados. Ronda al canto parece tradicional por los cuatro costados, y más aún si Galaz aporta su zanfona, solo que resulta ser de alumbramiento propio en este nido del Burgos más barrial.

 

Seguiremos cantando también impulsa los ánimos a partir del aliento con ecos a campo y hierba, puesto que la coral popular Grupo Orégano irrumpe con sus voces, inesperadamente, en mitad de la canción. Pero hay que detenerse en seco, sobre todo para dar crédito ante tanta acumulación de aciertos, en el caso de Nana para una corazón. Es la pieza más sosegada, aquella en la que Nacho parece cantar con un hilo de voz, sin aparente énfasis, pero los arreglos de Diego Galaz, en crescendo lento, ligero y sublime, nos llevan a recordar la orfebrería sonora de bandas con genética irlandesa como Solas.

 

Es difícil entusiasmarse a estas alturas, con discursos recurrentes o sensación de parada técnica a la espera de que caigan las últimas hojas del calendario. El Nido lo contravienen todo y nos revolucionan el fin de año. Incluso con el diseño de portada y contraportada, que es como ellos: delicado, original, diferente, sutil, ingenioso. Brillante.

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