Joaquín Carbonell (Alloza, Teruel, 1947) es integrante sustancial de esa primera gran generación de la canción de autor en España, aunque biógrafos y estudiosos no hayan aplicado siempre la generosidad a la hora de enjuiciar su legado. Influye el propio carácter intermitente en la obra de Carbonell, que no grabó su primer elepé (para RCA, nada menos) hasta 1976 y se ha aplicado algunos paréntesis discográficos en su trayectoria posterior. Pero puede influir seguramente más el carácter periférico de un creador proveniente de la humilde Teruel y que nunca sucumbió a la tentación de sentar su base operativa en Madrid o Barcelona. Zaragoza le pareció siempre un epicentro adecuado, y en la capital mañana es donde tuvo lugar la grabación de este doble, ambicioso y cuidadísimo trabajo que tiene afán conmemorativo, pero también reivindicativo. Sirve como un rotundo este-soy-yo para quienes no anduvieran todavía familiarizados con su nombre, y como un encantador cofre repleto de tesoros para quienes sí hayan sido lo bastante lúcidos como para seguirle la pista.

 

Carbonell es cantautor de hechuras muy clásicas y cierto apego por las formas musicales prestadas de la tradición y la fiesta popular, pero nunca le han fallado la hondura, la mirada recia y profunda, el gusto por la crítica sin incurrir ni en el fatalismo ni en un destructivo sarcasmo. Y por el amor, claro; eso siempre. El Teatro Principal zaragozano, escenario hermoso donde los haya, agotó su aforo a principios del diciembre pasado para acoger este acontecimiento artístico y hasta social, a juzgar por la abundancia de políticos y demás nombres de relieve en las esferas ilustradas aragonesas. Seguro que ni los diez lustros de oficio ahorraron a Carbonell las mariposas del estómago, pero las 25 canciones resultantes superan con creces todos los estándares. Todo está en su sitio, todo suena nítido y preciso, y gravita en el aire el cariño, el calor, la complicidad. La evidencia de que se dirime un momento importante para la canción aragonesa y peninsular.

 

De Teruel no es cualquiera, reza una de las piezas que más fortuna –aunque solo fuera por el legítimo orgullo de la “patria chica”– ha hecho en el cancionero de Joaquín. Desde luego que no: Carbonell coincidió en sus estudios en la capital turolense con otros dos alumnos de nombre ilustre, José Antonio Labordeta (maestro y guía, con los años) y el periodista Federico Jiménez Losantos, mucho antes de que el fanatismo le nublara la sesera. También figuraba como profesor de Literatura el maravilloso José Sanchis Sinisterra, culpable no menor de las aspiraciones poéticas del joven Carbonell.

 

La beata, quizá su pieza más carismática, cerró inevitablemente el festín prenavideño del Principal, pero antes hubo escalas en clásicos como Con la ayuda de todosLos versos de Pablo NerudaA tu madre no le gusta30 de febrero. Joaquín Sabina figura entre los autores con (muchos) galones que han mostrado su admiración por nuestro entrañable y encantador septuagenario turolense. No es de extrañar: el primer Sabina bebió melódicamente de aquel debut discográfico del 76, Con la ayuda de todos. Ojalá que, también entre todos, coloquemos al firmante de aquella obra al lugar que la historia de nuestra canción debe reservarle.

2 Replies to “Joaquín Carbonell: “50 años. 1969-2019” (2020)”

  1. Hola Fernando, mucho gusto.
    Comparto plenamente tús comentarios acerca de la calidad y calidez musical de Joaquin Carbonell.
    Y sin duda que sus textos, nos permiten ir de paseo al Tortoni bonaerense, emocionarte con Me gustaría darte el mar , Con las luces encendidas, y asomarte al inmenso drama que nos plantea Canción para Dimitris.
    Celebremos entonces ser testigos deestos 50 años de buena musica.
    Saludos desde Montevideo-Uruguay

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