Las relaciones largas siempre son propensas al paréntesis, a los periodos de desafección. Pero, en último extremo, uno quiere pensar que el amor prevalece (casi) siempre. Y esta maravillosa caja cuádruple es precisamente eso, una declaración colectiva de amor a uno de nuestros mejores escritores del cante, al eterno Conde Crápula, el poeta de la guitarra en ristre. A Sabina le perdimos un poco la fe de unos tres lustros a esta parte, a la vista de que su producción titubeaba en el nuevo siglo y embarrancaba con estrépito llegados a aquel Vinagre y rosas (2009), inane, yermo y deshuesado, al que tardó ocho años en encontrar un heredero (Lo niego todo, 2017) algo más alentador pero poco esencial. Y sin embargo, que diría el querido poeta, esta edición conmemorativa refrenda la condición de Sabina como palabra mayor, como tesoro nacional. Porque nos sobran dedos en las manos para contabilizar a creadores nuestros que pudieran resistir una edición de estas dimensiones y características, tan prolija y embaucadora; estos cuatro cedés que apuran su minutaje, casi a presión, para acariciar las cinco horas de comunión sabiniana, de borrachera trovadoresca. De invitación a que nadie, nunca más, nos robe ningún mes ni nos desposea de uno de nuestros mejores patrimonios. 70 Sabina es una fiesta de cumpleaños, una efeméride a la que estos días también rendimos cuentas con otros genios del 49 (Almodóvar, Springsteen) y una invitación a que la industria discográfica española se anime a nuevas antologías fetiche de esta naturaleza, a grandes recopilatorios o, para aquellos que se manejan mejor con el español de Shakespeare, box sets. Pero al menos tan cuidados como este, por favor: con todas las letras y álbumes de procedencia, huyendo del perezoso orden cronológico para el repertorio y con un texto introductorio tan impecable como el que rubrica aquí Juan Puchades, un artículo no muy extenso pero sí esclarecedor, lúcido, panorámico. ¿Víctor Manuel, Aute, Pablo Guerrero, Kiko Veneno? ¿No sería ciertamente hermoso? 70 Sabina es un ejemplo de historial artístico impactante y de mimo discográfico a la altura. Y deja al descubierto dos certezas asombrosas. Una: incluso los profanos caerán en la cuenta de que cerca de la mitad de estas 70 canciones, ¡70!, son famosísimas. Y dos: a los más duchos no les bastará con un atracón de estas dimensiones, porque aún tienen ocasión de echar en falta alguna pincelada adicional. ¿Por el túnel, La Mandrágora, un ejemplo del todavía bisoño Inventario? Eh, Sabina es mucho Sabina. Tanto que ni con 300 minutos tenemos bastante.

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