Nunca ha sido Kurt Wagner hombre dado a las escuchas complacientes o los discos acomodaticios, pero The Bible tiene algo de Tourmalet hasta en el título, casi intimidatorio: La Biblia. Esta es la manera que tiene el sumo sacerdote de Lambchop de concebir la espiritualidad en nuestros días, con muchas más preguntas que dogmas, con una multiplicidad de miradas e influjos que difícilmente encajaría con las concepciones estrictas y de vía estrecha que suelen acompañar los discursos píos. El misticismo (sonoro) de Lambchop sigue otros derroteros, entre desconcertantes y fascinantes, y en ese vértigo que acompaña estos 50 minutos radica el mayor de sus méritos. Porque Wagner abre camino sin seguir el dictado de nadie; ni siquiera el suyo propio, por más que le avale una trayectoria ya extensísima.

 

Todo cambió a partir de FLOTUS (2016), un álbum denso y perturbador, abiertamente rupturista, con el que Kurt travestía su rotunda voz de barítono y la sometía al autotune y demás distorsiones. El hermoso tejido de country alternativo se desmadejaba, y aquel proceso se ha vuelto, tres años después, irrefrenable. Todo, para convertir este The Bible en un artefacto que desafía cualquier etiqueta. ¿Pop experimental? ¿Soul postmoderno? ¿Un Wagner del siglo XXI?

 

Preparémonos para el funk autotuneado de Little black boxes, para los hermosos parajes camerísticos que nos dan la bienvenida desde His song is sung, para el absorto minimalismo pianístico de Daisy. Kurt se vuelve inabarcable, incluso a ratos inescrutable (A major minor drag), antes de recalar en esa apabullante descarga de neo soul orgullosamente negroide de Police dog blues. Qué gran canción… y qué gran título, con los recientes estallidos raciales en Minneapolis como trasfondo evidente.

 

Los rotundos coros femeninos de soul ya nos habían constado antes con Whatever mortal, mientras que ese Wagner frágil y musitador, casi agazapado tras sutiles capas de piano y steel guitar, se vuelve imperceptible con Dylan at the mousetrap, uno de esos pasajes de ambient y evocación absolutamente absorbentes. “¡Así es la música!”, proclaman Lambchop en el último episodio (That’s music) de un recorrido abundante en recovecos y meandros. Son cinco apasionantes minutos finales, con Kurt murmurando sobre “la ciencia de la velocidad” sin accionar el embrague ni una sola vez, al borde casi de los cero kilómetros por hora.

 

¿Quieren un autorretrato, por si salen de dudas? “El futuro es tan importante… Esta es la balada de un raro de la música country, nos canta, o se canta, el propio interesado. Y mejor así: que las rarezas, por favor, nunca le abandonen.

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