Es una personalidad singular y sin apenas parangón la del asturiano Pablo Canalís Fernández, músico y estudioso cuando sus otras ocupaciones –esas que permiten llegar a fin de mes– se lo permiten, pero compositor estimable e inquieto, quijote romántico e inmerso en cuantas investigaciones es capaz de imaginar su curiosidad, que sin duda es mucha. Liminal supone ya su segundo trabajo en solitario, después del no menos pintoresco Night chants, con el que supimos de él hace tres temporadas, y estas 13 nuevas piezas le sirven para ahondar en su fascinación por los sonidos folclóricos, étnicos y progresivos, las enseñanzas chamánicas y demás ámbitos de actuación que se alejan por completo de cualquier foco convencional. Todo muy artesanal, todo muy romántico; un caso, en muchos aspectos, seguramente único.

 

Geólogo y educador infantil en cuanto a las facetas por las que le conocen en su vida cotidiana, Canalís tiene 47 años, sigue viviendo en Oviedo y conserva un entusiasmo y amor propio tan encomiables como para autoproducirse esta grabación y lanzarla a quien acierte a cruzarse con ella en una autoedición de tapa dura, formato de discolibro y 52 páginas de documentación profusa, con todas las referencias a culturas tradicionales milenarias y remotas que confluyen en ella. Entre el Mike Oldfield más new age, las bandas sonoras de Michael Gettel y una espiritualidad ancestral y politeísta, Pablo ofrece pasajes ambientales o tribales, pero también momentos tan conseguidos como el de Las brujas de Tesalia, con desarrollo in crescendo y colofón de enfáticas voces femeninas.

 

¿Se nos ocurre algún disco reciente que alterne las flautas indígenas colombianas con los planeantes sintetizadores Korg, las influencias celtas y del Extremo Oriente, el interés por la cultura mesopotámica y la santería cubana? Liminal es un rara avis entre los más atípicos ejemplares que acertemos a encontrar por los cielos de este país o de cualquier otro, y su mera existencia ya supone un ejemplo de tenacidad, amor propio y hambre de conocimiento antropológico verdaderamente encomiables.

 

Canalís compone, produce e interpreta prácticamente todo, y el sabio Luis Delgado –una de las pocas personas que puede superarle con creces en cuanto a número de instrumentos en su colección particular– figura entre los aliados para esta grabación. Hasta ahora, el número de escuchas es insignificante, pero piezas como Satori, a partir de una melodía a la japonesa para flauta de saúco, merecen mucho más que el reconocimiento de su pintoresquismo.

 

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