Con Toto superamos el viejo axioma del placer culpable: aquí nos invade ya un abierto complejo. Los californianos han padecido desde sus comienzos el recelo de la crítica, quizá no sean el grupo favorito de nadie y ni siquiera constarán entre tus diez primeros, a menos que te apellides Lukather. Salvo los muy forofos, nadie les recordará gran cosa después de su sexto álbum, el aún apreciable “Fahrenheit” (1986), pero ya este título nos recuerda que alcanzan ahora la cuarta década en el negocio del rock orientado a adultos. Los recelosos podrían temerse un álbum agarrotado, viejuno, esclerótico. Y la sorpresa, en sentido contrario, es mayúscula. Serán viejas glorias, pero sorprende comprobar que nos hallamos ante una reencarnación musculosa, robusta. El destino, siempre tan guasón: quien pensara en “Africa” como una antigualla para emisoras de “serie oro” habrá tenido que metabolizar ahora la enorme popularidad de la canción en su segunda vida, rescatada hace bien poco por los chicos de Weezer. Los 12 minutos de versión en directo funcionan mejor bajo el entusiasmo del momento que en la butaca del salón, pero en estas dos horas de pasión desde ¡Amsterdam! también hay temas nuevos de impecable factura (“Alone”, “Spanish sea”); algún instrumental (“Jake to the bone”) que supera el aprobado; una lectura muy decente de “While my guitar gently weeps” y el gran tesoro de “Human nature”, aquella belleza de Michael Jackson que en realidad escribió, aunque muchos lo olviden, Steve Porcaro. El propio Steve, junto a David Paich y Steve Lukather, siguen al frente del octeto, con un percusionista descomunal (Lenny Castro) y los vientos y armónica de Warren Ham, el más propenso de todos a la calidez. Concedan una oportunidad a este festín en vivo: se han hecho merecedores de ella.

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