¿De verdad existió una eclosión de música negra en el Reino Unido de los años sesenta? ¿En la tierra de los Beatles, Stones, Kinks y Who, en los tiempos del Merseybeat y el Swinging London? El relato convencional (y hasta oficial) de la historia de la música pop ha obviado esta circunstancia de manera casi sistemática, más allá de excepciones reducidas a la categoría de curiosidad o anécdota: los sensacionales The Foundations, muy particularmente. Pero esta extraordinaria caja antológica del sello Cherry Red (qué sería de nosotros, los melómanos, sin locos temerarios como disqueros así) pone orden en nuestros archivos con una abrumadora enmienda a la totalidad: 116 canciones, ¡116!, distribuidas en cuatro discos que nos acompañarán durante sus buenas cinco horas de descubrimientos absorbentes.

 

Es cierto, sí: el predominio de Motown y Stax al otro lado del Atlántico fue tan deslumbrante y avasallador que cualquier otro movimiento en torno al soul, el rhythm ‘n’ blues y demás destilados de la negritud musical quedan reducidos a la mínima expresión. Los mismos músicos británicos que protagonizaron estos episodios ahora rescatados siempre tuvieron la conciencia dolorosa del olvido, de que sus gestas no gozaron de seguidores, interés público ni reconocimiento posterior. Había de todo, claro, igual que en las insondables y casi infinitas aguas del Northern Soul, pero aquí emergen nombres que bien podíamos ignorar y sobre los que necesitamos con urgencia ampliar nuestros conocimientos: los líricos The Chants, las insólitas hermanas liberianas Flamma Sherman, un excelente amigo del joven Elton John que se hacía llamar Caleb, la eterna segunda voz de Madeline Bell (de ello pueden dar fe Dusty Springfield o Kiki Dee), los orgullosos Black Velvet.

 

Incluso en las escasas ocasiones en que nos movemos por nombres familiares, los recopiladores ponen a prueba sus propias habilidades de arqueólogos y encuentran caras B oscurísimas. Es casi imposible no haber tarareado Build me up bittercup, de los Foundations, pero aquí se nos abre los ojos a New direction, la canción complementaria de aquel single de 1968 y una virguería en cuanto a disonancias y riesgos armónicos. Y otro tanto sucede con Shirley Bassey, que venía de un número 1 ya por 1958 (As I love you) pero de la que nunca habíamos escuchado Sunshine, la cara B del tema central para la película El liquidador.

 

El entretenimiento, la curiosidad y el asombro, en fin, están garantizados para una larga temporada. Tendemos a pensar que ya está todo contado en lo que se refiere a las grandes décadas seminales del pop y el rock, pero el afán de los grandes estudiosos sigue avalando el mucho trabajo que aún nos queda por delante para conocer, de manera global y documentada, todo lo importante que se coció en aquellos años tiernos, convulsos y, sobre todo, maravillosamente sagaces.

 

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