Aaron Rux es un personaje ciertamente singular, así que de ese cerebrito iconoclasta y poliédrico solo podía aflorar un álbum tan escurridizo a las catalogaciones como este Albino Rhino, catálogo de historias al margen de las convenciones con las que su firmante invita a un baile cadencioso, a la media sonrisa de un universo melódico y cantabile que no es canción de autor pero tampoco soul blanco, yatch pop ni funk liviano pero incluye trazas de todo ello. El tercer trabajo en solitario de este productor ubicuo y fértil compositor de bandas sonoras retoma la tarea donde la había dejado hace cinco temporadas, precisamente con Crying cowboys (2019), y asienta un cuarteto de acompañamiento en el que encuentran plaza, entre otros, dos integrantes de Club del Río y uno de la banda de Ángel Stanich. Todo, gente peculiar: no podía ser de otro modo.

 

Nacido en Spokane, una ciudad mediana en el estado de Washington, Rux creció fantaseando con España a partir de su fascinación por Bamboleo, el clásico de los Gipsy Kings, y terminó malasañeando sin sospechar de entrada que ni Madrid tenía ninguna playa cerca ni que aquella banda agitanada que le aceleraba los biorritmos era en realidad francesa. Pero los equívocos son un buen abono para el eclecticismo, y eso es lo que cultiva este elepé que tan pronto habla de coches de choque como de jefes indios o programas radiofónicos nocturnos. Los suyos son personajes acaso desamparados, pero siempre estimulantes. Y de ahí el sonido vivaz, cercano y afable, esa fijación por una calidez electroacústica que invita a sonreír, asentir y mantener el ritmo con la punta del pie.

 

Surgen así canciones rotundas, pegadizas y muy disfrutables, desde Blackbone al corte central, con la sospecha de que algún otro cantor de voz tenue y buen músculo melódico, desde Josh Rouse a Joel Sarakula, haría buenas migas con nuestro caballero de la media melena lacia. Rux ya no es ningún chiquillo, y esa madurez serena y discreta deja un poso de intención y sabiduría en este repertorio nada casual. Volverá probablemente Aaron a centrarse en sus producciones (Joe Crepúsculo, Colectivo da Silva…) e incursiones cinematográficas, pero estos paréntesis más en primera persona son un pequeño gran regalo.

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