Hay reencuentros que, de tan inesperados, ni siquiera eran objeto ya de anhelo. Hacía tanto tiempo que no nos llegaban noticias desde la órbita de los escoceses Capercaillie que su nombre, inevitablemente, iba difuminándose entre los cada vez más embarullados y numerosos pliegues de la memoria. Pero la llegada de este álbum con el que ellos mismos reivindican su legado y lo revisten de un lujoso –pero nada recargado– ropaje sinfónico permite revivir sensaciones lejanas y tan cercanas ya al olvido que, por una vez, solo podemos entregarnos sin miramientos a la nostalgia. Y convenir, de paso, en que algunos tiempos pasados fueron, qué demonios, sencillamente maravillosos.

 

Los de Glasgow gozaron de unos merecidos años dorados por toda España a lo largo de la década de los noventa y primeros compases de los dos mil. Eran celtas, pero no arcaicos; renovadores, pero no estridentes; veneraban la tradición sin renunciar, de cuando en cuando, a la escritura propia. Nos hicieron amar la misteriosa fonética de la lengua gaélica, más allá de que de tarde en tarde tampoco rehusaran al inglés. Y disponían de una baza incomparable, la del magnetismo refulgente de Karen Matheson, una mujer de mirada infinita, voz serena y belleza emocional indescriptible. Matheson no cantaba como los ángeles; gozaba de hueco propio con pleno derecho en la corte celestial.

 

A todo ello hemos de sumarle el discreto liderazgo en la sombra de su marido, Donald Shaw, acordeonista, compositor y, sobre todo, productor y hasta instigador de un sello discográfico propio, Vertical Records, que también dio cobijo a otros buenos aliados de la causa folclórica contemporánea mientras los miembros soplaban en la dirección propicia para unas músicas que ahora vuelven a mirarse con cierto mohín displicente y desdeñoso. Es un movimiento históricamente pendular que, en un momento u otro, emprenderá camino en dirección contraria. Y un trabajo tan rematadamente hermoso como este regreso de Capercaillie, una banda que no aparecía en las listas de novedades desde 2013, apunta en la correcta dirección.

 

Matheson, Shaw y sus exquisitos compañeros de armas de las mejores ocasiones –del violinista Charlie McKerron al buzuki de Manus Lunny, las flautas y gaitas de ese mago de la filigrana llamado Michael McGoldrick o el bajo de Ewan Vernal, en tiempos integrante de sus ilustres paisanos Deacon Blue– atesoran un repertorio ecléctico y poderoso, comenzando por esos cánticos femeninos de trabajo que son las waulking songs pero añadiendo ingredientes orientales y de world music, briznas de jazz o electrónica y un gusto arrollador por las grandes baladas, que en el caso de At the heart of it all resulta difícil de igualar. Aliarse ahora con la orquesta sinfónica de la BBC escocesa es un regalo de 40 aniversario casi tanto para los seguidores como para los propios integrantes de una banda adorable y merecedora de veneración, pero ahora mismo desdibujada.

 

La gran alegría consiste en que la alianza funciona, lo que no siempre sucede en este tipo de encuentros entre lo popular y lo culto. Los arreglos, algunos del propio Donald Shaw o de Kate St John, tienen el mérito de arropar sin que nadie se haya de sentir avasallado. Enriquecen y aportan distinción, pero no engolamiento. Y se integran sin chirriar y, sobre todo, sin robar protagonismo a las partituras originales. ReLoved, en formato de vinilo doble, es pura felicidad. Porque el reencuentro con algo a lo que amas siempre es una inyección para el ánimo y el espíritu.

One Reply to “Capercaillie with BBC Scottish Symphony Orchestra: “ReLoved” (2024)”

  1. EWAN VERNAL , me alegra saber de el. Capercaille siempre tan elegantes , debe de ser maravilloso çeste disco con la Sinfçonica Escocesa. Gracias Fernando.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *