Ese título impactante de por sí, “Cuando el mundo conoce tu nombre”, no deberíamos tomarlo como una premonición ni mucho como un golpe de pecho en clave de fanfarronería. En realidad adquiría un tono descriptivo, casi una constatación de la evidencia. Aquellos chicos de Glasgow que se habían bautizado con el título de una canción de Steely Dan ya habían dejado huella en la historia de la década con un debut entrañable, sentimental, evocador y tan borrascoso como Raintown (1986), ese de portada gris, húmeda y melancólica, pero su líder y compositor prioritario, Ricky Ross, quizá fuera consciente de que en aquel álbum habían faltado sencillos potenciales. Por eso solo un poco When will you make my phone ring? y, sobre todo, Dignity lograron un refrendo masivo, aun siendo esta última una canción-perorata difícil de seguir y más aún de tararear. Todo ello explica que esta segunda entrega aspirase desde un primer momento a funcionar como un sonoro golpe en la mesa. No solo lo fue, sino que las vibraciones en la tabla siguen resonando en nuestra memoria por más que desde entonces hayamos claudicado en muchas batallas.
Real gone kid llevaba meses y meses triunfando en los conciertos, mucho antes de que conociera su materialización discográfica, y esos grititos de su gancho eran sinónimo de excitación colectiva. El arranque de este disco puede traernos a la memoria al de The Joshua tree, pero no por una cuestión estilística sino numérica: ambos, próximos en el tiempo, se abrían con una cascada de tres singles inapelables. Los escoceses lanzaban el órdago de la contagiosísima Wages day y de la encantadora Queen of the new year, con un acordeón que sonaba a alboroto, festejo, vértigo y vida pura. Y aún les quedaba munición para el resto del álbum, con la célebre Fergus sings the blues y dos baladas que siempre seguiremos encontrando encantadoras, Love and regret y Orphans.
Eran jóvenes y no dejaron de ser humildes, pero ya entonces tuvieron claro que se habían convertido en algo muy grande. Y todo, sin dejar de aferrarse a los postulados del rock de autor, sin renunciar a los parámetros de la excelencia. Disponían de la baza de esa segunda voz adictiva de Lorraine McIntosh, pareja entonces y ahora de Ross, el equivalente a Wendy Smith en Prefab Sprout. Con los años se irían desinflando en popularidad, pero no en la finura de su caligrafía. No hay más que atender a esa especie de resurrección en la edad madura que prendió con The hipsters (2012) y a la que se fueron sumando A new house (2014), Believers (2016) y el tándem City of love / Riding on the tide of love (2020-21). Nunca haremos pereza a la hora de reencontrárnoslo: son viejos amigos, de esos que abrazas hasta que crujan los huesos, aunque lleves tiempo sin cruzártelos.
Muchas gracias por esta completa y excelente reseña.
Raintown es uno de los mejores álbumes de los 80 y Dignity es un himno (además del equipo de fútbol Dundee) en Escocia (donde Deacon Blue son estratosféricamente apreciados, de hecho Dignity fue votada como la mejor canción de Escocia por votación popular). Por cierto en Love’s Great Fears (de Raintown) toca un buen solo de guitarra Chris Rea.
When the world knows your name es una delicia de disco. Recuerdo que fue un tremendo éxito en España, donde fueron y siguen siendo muy apreciados (como Prefab sprout).
La cara A es una retahíla de canciones a cual más brillante. Real gone kid sigue sonando igual de radiante que entonces y Wages day engancha como el primer día. El resto están a muy buen nivel. sorprende This changing light que comienza con un riff que recuerda a ACDC (Highway to hell) pero que nadie se asuste, no se sale de los parámetros de Deacon Blue (melodías agradables, coros femeninos marca de la casa, teclados, sonido ochentero, etc.)
La joya de la cara B es sinduda Fergus sings the blues, que no ha perdido un ápice de gracia. El resto son también notables. Hasta canciones tan simples como Silhoutte y The World Is Lit By Lightning suenan perfectamente tarareables. El cierre con Orphans es una maravilla.
Deacon blue nunca volvieron a tener ese nivel. Publicaron a continuación un EP (Four Bacharach & David Songs) que tuvo enorme éxito con I´ll never fall in love again y ya luego con Fellow Hoodlums se pusieron más folclóricos y con Whatever You Say, Say Nothing más acordes a los ritmos electrónicos que por entonces que venían de Manchester pero no encadenaron una racha de tantas canciones y de tanto nivel ni con esos ni con los posteriores, que no son en absoluto malos discos.
Real Gone Kid estuvo nominado en el Reino Unido al premio de Single del año pero perdió contra otra joya inolvidable: Perfect de Fairground Attraction, también reseñados en UDAD.
Qué buen resumen, Javier, y qué lujo de comentario. Muchas, muchas gracias por tomarte la molestia. ¡Salud!